Es posible que
Jordi Turull, el político curtido en las complejidades de la administración municipal de Parets del Vallés, sea el próximo candidato a
presidir la Generalitat de Cataluña, por acuerdo consensuado del
independentismo militante. El hecho es bastante asombroso en sí mismo, pero
existen antecedentes. Incitatus (Impetuoso),
un caballo de carreras extraordinario en su género, fue el candidato in pectore de Calígula para sucederle al
frente del Imperio Romano.
Corrían otros
tiempos, en verdad. Calígula no disponía de dos millones de votos con los que
abonar su elección, y la guardia pretoriana zanjó el asunto con la punta de la
espada. Calígula perdió literalmente la cabeza e Incitatus siguió, se supone, ocupado en lo suyo; era un caballo
veloz en el hipódromo, pero sin ambiciones ulteriores de gobernante.
El caso de Turull
parece ser distinto. Sus características son más las de perro guardián que de
caballo de carreras. Cuando algunos/as dirigentes del procès optaron por retirarse, disconformes con el cariz que iban
tomando las cosas tras la sustitución de la hoja de ruta del referéndum pactado
por la de la declaración unilateral, fue Turull quien acuñó la frase
inolvidable de que el momento catalán no era apto para hiperventilados ni
tiquismiquis.
Nadie le ha
agradecido oficialmente aquella grandilocuencia; pero las defecciones han seguido
a ritmo acelerado hasta convertirse en un tourbillon
que ha acabado por depositarle en soledad ante las gradas del templo. Clara
Ponsatí ejerció de hiperventilada hace pocos días, y se marchó a Escocia a dar
clases de lo suyo; antes Joaquim Forn se había puesto tiquismiquis para pedir la
excarcelación, y muy recientemente también ha arrojado la toalla Jordi Sánchez,
que tenía para salir elegido todos los números excepto el del juez Llarena.
No importa entonces
que la preparación de Turull para ejercer el posgobierno de la Posgeneralitat sea
tan minimalista que dé pie a los peores presagios; que su hábito de obediencia
a piñón fijo y en vuelo rasante lo convierta en previsible titella (marioneta) de los poderes fácticos con marchamo
indiscutible de catalanidad (y existen). Es el único capaz de dar el paso al
frente en las filas diezmadas de los gladiadores con gen convergente. El único
inmune, al parecer, a la hiperventilación y los tiquismiquis.
Si la operación, definida
en los medios nacionalistas como Opción C, se consuma finalmente, el ansiado
viaje a Ítaca será patroneado en esta nueva etapa o avatar por el último de la
fila. Harían bien los patrocinadores de la odisea en preparar adecuadamente la partida de la nave con
sacrificios propiciatorios y contratar a augures y adivinos que sepan leer el
futuro en las entrañas de las bestias. De otro modo, la navegación inexcusable entre
los escollos de Escila y Caribdis podría degenerar en un ejercicio de alto
riesgo, tanto para la tripulación en pleno como para los inocentes pasajeros.