lunes, 9 de septiembre de 2019

APOCALÍPTICOS E INTEGRADORES



Interpretación artística libre de la batalla apocalíptica de Armagedón.


En el tema de la cultura de masas, según un libro temprano de Umberto Eco, se daban las posiciones contrapuestas de los apocalípticos y los integrados. En política ocurre igual, con un pequeño matiz: en lugar de “integrados” es más clarificador hablar de integradores. Antes los integradores éramos muchos más; ahora, lo cierto es que la balanza se va inclinando hacia el lado de los apocalípticos.

Los apocalípticos están dirigiéndose siempre a la llanura de Armagedón para la batalla final contra las fuerzas del mal. “Antes muerto”, es su contraseña. Antes muerto que esto o lo otro. O bien, “antes mato”. La alternativa oscila siempre entre morir y matar; no hay término medio.

Los integradores no vemos las cosas así. Si tenemos un problema, nos esforzamos en convivir con él. Si una solución no funciona, procuramos encontrar otra. Eso saca de quicio a los apocalípticos y a los apocaliptoides. «¡No os mojáis!», gritan indignados.

Y no es así. Nos estamos mojando continuamente, por mil cosas, por diez mil. Pero no vemos en ellas la “línea roja”, el “non plus ultra”, la divisoria de aguas definitiva. Existe la posibilidad, casi la certeza, de que quien no está con nosotros no esté tampoco contra nosotros. En consecuencia, no nos precipitamos a contemplar los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa en clave de tragedia.

El apocalipticismo ha invadido hoy media Cataluña, un lugar que antes ─lo dijo Jordi Pujol─ era un oasis de la política. Enric Llorens da un ejemplo insuperable del caso, en una entrevista de Peru Erroteta en El Triangle. Cuenta Llorens que cenaban una noche juntos amigos de siempre, años antes de los sucesos de 2017. Comentaba cada cual cómo se sentía afectado por el tema del procés, que por entonces aún tenía visos de novedad. Una de las comensales les apostrofó: «¿Pero no os habéis dado cuenta de que estamos en guerra?»

Era una apocalíptica, marchaba ya directamente al Armagedón. Aquello no rompió definitivamente las amistades, dice Llorens (que responde, por supuesto, al perfil del “integrador”), pero las espació muchísimo en el tiempo, e impuso en el trato social tabúes antes desconocidos.

El paradigma de la posición integradora nos lo da, de la misma forma sucinta, Snoopy, el perro de la tira cómica “Peanuts” de Charles Schulz. En una viñeta, Charlie Brown le informa con talante claramente apocalíptico:

─Todos estamos destinados a morir. Tú también te morirás un día.

Snoopy lo piensa.

─Bueno, un día sí ─contesta por fin─. Pero todos los demás días, no.