“Puesto que yo he
sido elegido representante de los Comuns, eso quiere decir que los Comuns están
representados por cualquier cosa que yo diga.” Es lo que debe de haber pensado
Gerardo Pisarello, al declarar que su formación estaría dispuesta a formar parte
de un gobierno de concentración independentista en Cataluña, ciscándose en la
historia y la memoria del colectivo al que teóricamente representa.
Pues no, las cosas
no van así. Si don Gerardo está personalmente dispuesto a convertirse en la
tabla de salvación de un movimiento dividido, confrontado, desgarrado y
políticamente fracasado, es cosa suya. Pero señalar con el dedo a las bases y
decir, a lo Cardenal Cisneros, “estos son mis poderes”, no solo falta a la
verdad más elemental, sino que es una mentira de muy escaso recorrido.
Ya han empezado los
desmentidos, y es de suponer que irán en crescendo. Anoto lo que afirman JL López
Bulla en el blog de aquí al lado, y Emma Riverola en elperiódico. Pisarello no
va a contar con muchas complicidades en esa postura de totum revolutum hacia la independencia como sea y a costa de lo que
sea.
Al mismo tiempo que
Colau acusa al conseller Buch de torpedear a conciencia la seguridad de
Barcelona con la finalidad exclusiva de moverle el sillón, Pisarello propone un gran abrazo
fraternal a Buch en campo propio. No hablemos aquí del Tete Maragall ni del penoso
espectáculo de las “putas, guarras, zorras”; omitamos (por favor) todo
comentario sobre las recientes hazañas de Carles Puigdemont, Quim Torra y Roger
Torrent, ese tridente letal. Con estos mimbres, parece sostener Pisarello,
haremos el cesto más hermoso.
Preparémonos para
un largo periodo de desobediencia civil, ha dicho en una entrevista reciente
David Fernández, la conciencia íntima de la CUP, ahora solo militante de base.
Qué quieren que les diga, no me convence pero tiene la virtud de hablar claro,
por lo menos.
Proponer la
concentración en el gobierno de Cataluña de un grupo no ya heterogéneo sino
disparatado de fuerzas que rivalizan a degüello entre ellas para extraer las rentas
muy depauperadas del viejo y ya sobreexprimido negocio del nacionalismo
pujolista, es todo lo contrario de hablar claro. Involucrar de forma gratuita en
esa operación dudosa a los Comuns, que es una organización atravesada además por
sus particulares y muy fuertes contradicciones internas, es aún peor.
Es una
desvergüenza.