lunes, 2 de septiembre de 2019

¿EN NOMBRE DE QUIÉN HABLA PISARELLO?


“Puesto que yo he sido elegido representante de los Comuns, eso quiere decir que los Comuns están representados por cualquier cosa que yo diga.” Es lo que debe de haber pensado Gerardo Pisarello, al declarar que su formación estaría dispuesta a formar parte de un gobierno de concentración independentista en Cataluña, ciscándose en la historia y la memoria del colectivo al que teóricamente representa.

Pues no, las cosas no van así. Si don Gerardo está personalmente dispuesto a convertirse en la tabla de salvación de un movimiento dividido, confrontado, desgarrado y políticamente fracasado, es cosa suya. Pero señalar con el dedo a las bases y decir, a lo Cardenal Cisneros, “estos son mis poderes”, no solo falta a la verdad más elemental, sino que es una mentira de muy escaso recorrido.

Ya han empezado los desmentidos, y es de suponer que irán en crescendo. Anoto lo que afirman JL López Bulla en el blog de aquí al lado, y Emma Riverola en elperiódico. Pisarello no va a contar con muchas complicidades en esa postura de totum revolutum hacia la independencia como sea y a costa de lo que sea.

Al mismo tiempo que Colau acusa al conseller Buch de torpedear a conciencia la seguridad de Barcelona con la finalidad exclusiva de moverle el sillón, Pisarello propone un gran abrazo fraternal a Buch en campo propio. No hablemos aquí del Tete Maragall ni del penoso espectáculo de las “putas, guarras, zorras”; omitamos (por favor) todo comentario sobre las recientes hazañas de Carles Puigdemont, Quim Torra y Roger Torrent, ese tridente letal. Con estos mimbres, parece sostener Pisarello, haremos el cesto más hermoso.

Preparémonos para un largo periodo de desobediencia civil, ha dicho en una entrevista reciente David Fernández, la conciencia íntima de la CUP, ahora solo militante de base. Qué quieren que les diga, no me convence pero tiene la virtud de hablar claro, por lo menos.

Proponer la concentración en el gobierno de Cataluña de un grupo no ya heterogéneo sino disparatado de fuerzas que rivalizan a degüello entre ellas para extraer las rentas muy depauperadas del viejo y ya sobreexprimido negocio del nacionalismo pujolista, es todo lo contrario de hablar claro. Involucrar de forma gratuita en esa operación dudosa a los Comuns, que es una organización atravesada además por sus particulares y muy fuertes contradicciones internas, es aún peor.

Es una desvergüenza.