De derecha a izquierda, Pedro
López Provencio, Paco Rodríguez y Javier Aristu ejerciendo de turistas en un rincón de Locorotondo. (Foto, Carmen Martorell)
Hemos pasado, un
numeroso grupo fraternal de turistas de CCOO, el aliento final del verano en la
Puglia, y estamos de regreso en Barcelona con el primer soplo del otoño. Me
referiré poco a poco en estas páginas a algunas de las cosas vistas y vividas allí.
El primer resumen que se me ocurre del viaje, a bote pronto, es este: una
historia terrible, bellamente contada.
Pero antes de
empezar, y dirigiendo ahora la mirada a las cosas de aquí, que también nos
preocupaban mientras recorríamos la región de la espuela y el tacón de la bota
italiana, vayan las siguientes líneas, improvisadamente traducidas. Son de
Riccardo Terzi (1), extraídas de una intervención sobre «sindicato, política y
autonomía» en un Seminario para cuadros de la CGIL de Bergamo, el 16 de marzo
de 2015 (Tal vez su última fatica.
Riccardo falleció el 12 de septiembre de ese año). Son reflexiones, creo, pertinentes
también al aquí y ahora de nuestra propia política y de nuestra propia
autonomía.
«Utilizamos la misma palabra, “política”, para
describir cosas muy diferentes. Necesitaríamos encontrar palabras distintas, la
política de los grandes partidos de masas tenía una fisonomía propia, una
historia, una cultura. Lo que se ve hoy no tiene nada que ver con aquella
experiencia; es también política en cierto sentido, sí, pero su naturaleza ha
cambiado. […]
»Todos los gobiernos son un poco gobiernos técnicos, que se ocupan
del mantenimiento del sistema y evitan la posibilidad de modelos alternativos;
gobiernos técnicos sobre la base de una agenda política ya escrita y coherente
con una visión ideológica dominante. […]
»La discusión ya no se hace sobre el
proyecto político sino sobre quién lo realiza, ya no es el “qué hacer” sino “quién
lo hace”, hasta el punto de que la única forma de democracia que ha sobrevivido
es la de las primarias, en las que el problema no es el programa, sino el líder.
Luego las primarias pueden tener efectos positivos, son en cualquier caso un
momento de participación, pero es una participación metida dentro de ese
envoltorio en el que el problema es “quién”, la designación del líder, ya sea
del partido, del gobierno, el alcalde… […]
»Toda la discusión que estamos
teniendo sobre las reformas institucionales parte de esta premisa: que es
necesario ante todo asegurar la estabilidad del sistema, en perjuicio de la
representación. De la competición entre programas alternativos hemos pasado a
una competición dentro de una oligarquía restringida para definir el equilibrio
del poder; y de la democracia como práctica de masas ─partíamos de ahí, la
democracia nace con el ingreso de las grandes masas en la vida política─, a un
modelo de centralización del poder…»
La lección de Terzi
continúa durante varias páginas más, renuncio a seguir citando. La sustancia,
con todo, es que ese “poder centralizado” de la práctica actual de la
democracia no acepta ser dividido, no reconoce la complejidad de un país y de
un sistema, tiende a anular el conflicto y a situarse frontalmente en contra de
los “cuerpos intermedios” que reclaman una esfera mayor de autonomía: del sindicato desde luego, pero también de las
provincias, las corporaciones, los ayuntamientos, etc. Tiende a convertirse en un
poder abstracto y omnímodo, que ejerce su autoridad a través de unas reglas de
gobernanza uniformadas y estereotipadas.
Quizás la
percepción de esta “nueva” dimensión de la política ayuda a clarificar posiciones
poco comprensibles de entrada para un alma cándida: la tozuda pretensión de
Iglesias de estar en el meollo del “quién” en lugar de pactar el “qué”, o la
sorprendente declaración de Sánchez de que no dormiría tranquilo si compartiera
gobierno con Unidas Podríamos.
(1) Sindacato, política, autonomía. Per Riccardo
Terzi, Ediesse 2016, pp. 86-87. Encontré este libro (y varios más) en Lecce,
piazza Sant’ Oronzo, en un estand de Ediesse colocado para unas Jornadas de la
CGIL (al día siguiente intervenía Maurizio Landini en el mitin de clausura,
pero nosotros estábamos para entonces en Otranto). Buscando alguien a quien
pagar mi lote de adquisiciones, creí estar siguiendo de reojo las evoluciones
de nuestra guía, pero me equivoqué. Fui detrás de otro grupo (todos los
turistas de masas se parecen) en una dirección distinta, y cuando me quise dar
cuenta estaba perdido. Deliciosamente perdido, debo decir, en el corazón del centro
histórico de la ciudad, en medio de una multitud festiva. Fue Carmen, más
perspicaz y práctica que yo, quien me encontró por fin y me reintegró al grupo.
Bienaventurados los perdidos porque ellos serán encontrados…