viernes, 13 de septiembre de 2019

GOBERNAR PELIGROSAMENTE



Elefantes en Kenya. Imagen de CNN.


Pedro Sánchez sigue practicando el “balconing” político, y quizás extrae de la experiencia un escalofrío morboso de placer. Las encuestas le respaldan, pero las encuestas son móviles cual pluma al viento, mudan de acento y de pensier. Y la mayoría socialista en las urnas podría, a fin de cuentas, desaparecer si resulta en definitiva que el coñá del fondo de las botellas se había disfrazado de noviembre para no infundir sospechas.

Viviremos, en esa aciaga eventualidad, gobernados peligrosamente por las derechas. En Andalucía ha saltado ya la tercera alarma consecutiva por listeria, y la gente que ama las carnes mechadas accede así de forma gratuita, después del adoctrinamiento preelectoral, a la intoxicación post-voto. En Madrid Central se ha vuelto a los índices de contaminación previos a las multas, es decir a la entrañable polución de toda la vida que Carmena nos quería sustraer. Y los paseantes en Corte se sienten confortados por el regreso de una intoxicación por gases de tubo de escape gratuita y libre de impuestos.

Se desmontan los mecanismos de control y de prevención de la salud pública, a cambio de bajar los impuestos para que cada particular se patee su salud alegremente en chiringuitos en los que un personal precarizado sirve a la selecta clientela brebajes alcohólicos dudosos sin denominación de origen controlada. Viva la juerga.

Para impedir que migrantes potencialmente delincuentes accedan de rositas a nuestro paraíso, Vox propone la construcción de un muro “infranqueable” que aísle nuestros territorios africanos.

Mientras, en el mundo, cada año se desforesta una porción de territorio equivalente en extensión al Reino Unido. En Zimbabwe, una sesentena de elefantes están devastando las nuevas granjas instaladas mediante la utilización de energías limpias con el fin de cultivar en regadío científico las plantas que la aridez circundante impide germinar. Incluso los elefantes, pacientes por naturaleza, se rebelan a su manera contra el doble azote del hambre y la errancia infinita. 

Algún remedio ofrecen a su proliferación los cazadores furtivos codiciosos de su marfil, que además, para que los buitres, aves carroñeras por excelencia, no delaten sus actividades, han dado en la solución de poner veneno en los cadáveres de los paquidermos ya desposeídos del marfil y de la vida. Se calcula que han muerto envenenados en año y medio más de mil ejemplares de buitre. Es una variante diferente a la de los envenenamientos por carne mechada contaminada en curso en nuestras latitudes, pero el resultado viene a ser parecido.

Dicho sea de pasada, también se está intentando desde instancias oficiales poner remedio al problema del furtivismo. Una población sobredimensionada de elefantes irritados resulta tan inadmisible como una caza furtiva también excesiva, que no beneficia como debería a las elites reconocidas de una sociedad desigual. Así pues, en Botswana van a concederse más licencias oficiales para la caza a los elefantes, especie protegida pero solo hasta cierto punto. 

Nuestros ricos podrán así dedicarse al turismo de safari gracias a los ahorros obtenidos con los impuestos que nuestros gobiernos de derechas no les cobran.