domingo, 29 de septiembre de 2019

EPIFANÍA MÁGICA


Iluminaciones de viaje



La catedral de Trani, iluminada por el sol poniente. El considerable cuerpo del edificio desaparece detrás de la fachada, en esta perspectiva.


La catedral de San Nicolás Peregrino, en Trani, se construyó en la primera mitad del siglo XII, al lado del puerto de pescadores y delante del mar. Un siglo después, el inevitable emperador Federico II hizo levantar a unos cientos de metros, también en la orilla, una notable fortaleza (Castello Svevo, es decir Suabo, por el lugar de origen de los Hohenstaufen) que mira al templo y es contemplada desde él.

Vale la pena dar la vuelta completa a la catedral y contemplarla desde todos los ángulos posibles. Se asienta en un lugar privilegiado, y es hermosa por dentro y por fuera. Pero si se elige una perspectiva determinada, en unas condiciones particulares de observación, la visión da lugar a una epifanía mágica. Nos ocurrió a nosotros.

Elegid la primera hora de la tarde de un día perfecto de finales de verano, con el cielo azul y el mar en calma. Descended hacia la piazza Duomo por el lungomare. La torre quedará oculta al principio por la esquina de un edificio. Cuando hayáis superado ese obstáculo, la fachada de piedra blanca rosada, con el rosetón y la altísima torre a un costado, os será revelada hasta el menor detalle, iluminada por el sol que empieza a inclinarse hacia el poniente. Y entonces la tercera dimensión del templo desaparecerá en la perspectiva, y un toque de magia momentáneo hará que la catedral aparezca delante, y no detrás, del resplandor de la fachada luminosa. Será catedral la imagen perfecta que se expande delante de vuestros ojos, y no lo será el bulto arquitectónico hurtado a vuestra vista entre bambalinas.

Es un efecto escenográfico, como tantos en un país que ama en particular las vedute, las perspectivas urbanas. En Trani está especialmente conseguido por la pureza de las líneas de la fachada del templo, por los dos tonos de azul del cielo y el mar al fondo, por la calidad excepcional de la piedra y por la limpieza del aire, que no deja manchas visibles en su superficie; y finalmente, por la orientación y la disposición particular del edificio.

En el interior os esperan las tres naves separadas por columnas pareadas, el delicado triforio, los ábsides altísimos, la cripta, las pinturas murales y las demás riquezas interiores de un templo no estropeado como otros por un afán desmesurado de volutas, columnas de mampostería, trampantojos y en general vanilocuencia barroca, de lo que vimos, en Lecce y en otros lugares, algunos ejemplos paradigmáticos.

Pero al traspasar el umbral del pórtico de Trani, uno es consciente de que pasa de una catedral a otra distinta, de la de la piazza soleada a la del interior en penumbra.



Momento de pausa de unos ajetreados turistas catalanes en el puerto de Trani. (Foto, Carmen Martorell)