Iluminaciones de viaje
La catedral de Trani, iluminada
por el sol poniente. El considerable cuerpo del edificio desaparece detrás de
la fachada, en esta perspectiva.
La catedral de San
Nicolás Peregrino, en Trani, se construyó en la primera mitad del siglo XII, al
lado del puerto de pescadores y delante del mar. Un siglo después, el
inevitable emperador Federico II hizo levantar a unos cientos de metros, también en la orilla, una notable
fortaleza (Castello Svevo, es decir Suabo, por el lugar de origen de los
Hohenstaufen) que mira al templo y es contemplada desde él.
Vale la pena dar la
vuelta completa a la catedral y contemplarla desde todos los ángulos posibles.
Se asienta en un lugar privilegiado, y es hermosa por dentro y por fuera. Pero si
se elige una perspectiva determinada, en unas condiciones particulares de
observación, la visión da lugar a una epifanía mágica. Nos ocurrió a nosotros.
Elegid la primera
hora de la tarde de un día perfecto de finales de verano, con el cielo azul y
el mar en calma. Descended hacia la piazza Duomo por el lungomare. La torre
quedará oculta al principio por la esquina de un edificio. Cuando hayáis superado
ese obstáculo, la fachada de piedra blanca rosada, con el rosetón y la altísima
torre a un costado, os será revelada hasta el menor detalle, iluminada por el
sol que empieza a inclinarse hacia el poniente. Y entonces la tercera dimensión
del templo desaparecerá en la perspectiva, y un toque de magia momentáneo hará
que la catedral aparezca delante, y
no detrás, del resplandor de la fachada luminosa. Será catedral la imagen perfecta
que se expande delante de vuestros ojos, y no lo será el bulto arquitectónico hurtado a vuestra vista entre bambalinas.
Es un efecto
escenográfico, como tantos en un país que ama en particular las vedute, las perspectivas urbanas. En
Trani está especialmente conseguido por la pureza de las líneas de la fachada
del templo, por los dos tonos de azul del cielo y el mar al fondo, por la
calidad excepcional de la piedra y por la limpieza del aire, que no deja
manchas visibles en su superficie; y finalmente, por la orientación y la
disposición particular del edificio.
En el interior os
esperan las tres naves separadas por columnas pareadas, el delicado triforio,
los ábsides altísimos, la cripta, las pinturas murales y las demás riquezas
interiores de un templo no estropeado como otros por un afán desmesurado de
volutas, columnas de mampostería, trampantojos y en general vanilocuencia
barroca, de lo que vimos, en Lecce y en otros lugares, algunos ejemplos
paradigmáticos.
Pero al traspasar
el umbral del pórtico de Trani, uno es consciente de que pasa de una catedral a
otra distinta, de la de la piazza
soleada a la del interior en penumbra.
Momento de pausa de unos ajetreados
turistas catalanes en el puerto de Trani. (Foto, Carmen Martorell)