miércoles, 31 de diciembre de 2014

MENTIRAS INTRASCENDENTES


Ha empezado la campaña para las elecciones anticipadas en Grecia. Alexis Tsipras, líder de Syriza, la formación de izquierda favorita en los sondeos de opinión, ha pronosticado en el primer mitin de su partido, celebrado en un cine céntrico de Atenas, que esta va a ser una campaña plagada de mentiras terribles en la que la derecha buscará el voto del miedo.
Seguro que acierta. ¿Por qué había de ser una excepción esta campaña? Las mentiras son consustanciales a los procesos electorales; son el perejil de todas las salsas. Mentiras horrendas, calumnias monumentales, insultos retorcidos hasta la náusea: todo vale en nuestras democracias. Lo que en otro momento conduciría directamente al juzgado, si se dice en los idus señalados por las urnas tiene bula. De modo que habrá mentiras en la campaña griega. Muchas. Terribles. Y voto del miedo, faltaría más.
Otra cosa distinta es que esa parafernalia inevitable en las grandes fechas del calendario político tenga alguna utilidad o trascendencia. En el caso griego es muy dudoso, porque las cartas para la partida están repartidas boca arriba desde buen principio. Los comisarios de la troika (la UE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) se han apresurado, todos a una y nada más fracasar la votación parlamentaria para la presidencia de la república, a conminar al nuevo gobierno griego, sea este el que sea, a asumir religiosamente el pago puntual de la deuda, ahondar en las “reformas” y prestar acatamiento diligente a las directrices que en cada momento señale el capital internacional homologado.
Ocurre que ni siquiera el voluntarioso Andonis Samarás puede ser tan dócil como se exige desde los puentes de mando de la tecnocracia global. Grecia está exangüe, y nuevos recortes en plantillas, salarios y pensiones la hundirán más aún en la postración en la que se encuentra. Con un futuro de tintes tan sombríos, si a los “rescatadores” las condiciones impuestas hasta ahora les parecen insuficientes, si por ese lado se mantienen con plena rigidez las exigencias y no se deja ningún resquicio a la esperanza, el miedo a lo desconocido desaparece. El cambio, cualquier cambio, ya no puede ser para peor.
Para un electorado que ha apurado hasta las heces las limitaciones de maniobra de la gobernante Nueva Democracia y de su aliado el Pasok, las dos opciones de cambio disponibles de forma inmediata son Syriza y Amanecer Dorado. De las dos, Syriza es a pesar de su radicalidad la opción “centrada”, porque Amanecer Dorado representa la demencia sin más.
Algunos politólogos señalan que, en estas condiciones, los ataques a Syriza desde dentro y desde fuera del país posiblemente incrementarán la propensión ciudadana a votarles. Es un efecto bien conocido y estudiado cuando se recurre a una polarización estrecha y extrema en unos comicios. La “apelación a la heroica” futbolera de la que hablaba yo hace pocos días referida a otro contexto, tiene ese peligro: si acumulas hombres en el área contraria ganarás algunas posibilidades de gol, pero el contrario dispondrá también de muchas más opciones para un contraataque fulminante.
Conclusión: las mentiras pueden resultar útiles, pero solo a condición de no rebasar un límite determinado. Si se exagera la nota, resultan contraproducentes. Y exagerar la nota es justamente lo que ha hecho de entrada el partido de Samarás. Su lema para la campaña es «Nosotros no jugamos con Grecia». La ciudadanía es que se troncha de risa.