No es solo que
exista un “pensamiento único”; es que, cuando no consigue imponerse, demoniza a
los discrepantes.
Lo hemos visto
recientemente en un editorial de El País (3.5.2015) sobre los sindicatos. Se
les acusa de no adaptarse a las «exigencias de una economía global», porque amparan
a un sector “privilegiado” de trabajadores (es decir, el sector menguante de
los que tienen un empleo fijo) contra las propuestas de una reforma laboral que,
se supone, ella sí se encamina con sensatez y rectitud al cumplimiento de las
citadas “exigencias” globales. Se acusa a los sindicatos, en una palabra, de no
contribuir con la debida diligencia a la ruina del mercado de trabajo.
Es el estilo
inconfundible de la modernidad, su santo y seña más característico: una visión
clara, directa y bien perfilada de un futuro de bienestar individual en el que,
mala suerte, realidades tales como la sociedad, el trabajo, la solidaridad, la
desigualdad, desaparecen por ensalmo o quedan fuera de foco sin remedio. Una
visión autista, solipsista, tramposa.
Estoy esperando el
día en el que El País editorialice para volcar en el “maximalismo” de Syriza
las culpas de la penosa situación en la que se encuentra Grecia. Quizá no ocurra
aún mañana, pero ocurrirá. Los batidores del pensamiento oficial están ya
hostigando con su fuego graneado de fusilería a la nueva Grecia, desde sus
posiciones avanzadas; tarde o temprano entrará en acción la artillería pesada.
La solidaridad con
Grecia, con el pueblo griego, con su gobierno, nos es imprescindible en esta
situación. Defender a Grecia hoy es defender a España y a Cataluña. Fue ese
precisamente el lema de un acto solidario celebrado ayer en los locales del
sindicato de CCOO en Barcelona. (No hay casualidad ni equívoco en ese
hermanamiento: la lucha por el trabajo es hoy y aquí la lucha por Grecia. Y
viceversa.)
El Comité de Suport a Grècia, de la mano del infatigable Antoni
Montserrat, nos trajo a la dirigente de Syriza Anna
Poulakis para explicar la situación prácticamente desesperada de su
gobierno ante la ex troika, que ya no quiere llamarse así pero sigue siendo la
misma cosa. Grecia pide a las autoridades europeas nada más que tiempo para
poder reestructurar una deuda inasumible e impagable en sus términos actuales. Y
el tiempo le es negado con la misma rigidez dogmática con que se le ha negado
anteriormente el diseño de una política diferente de la que los mismos poncios
impusieron antes a gobiernos griegos más dóciles.
Pero la ingente
deuda pública griega tiene su cómo, su cuándo y su por qué. Está en marcha un
proceso internacional de firmas de adhesión a la creación, por iniciativa de la
presidenta del Parlamento de Grecia (otra gran dama de Syriza, Zoé Kostadopoulou), de una Comisión de la Verdad sobre
la Deuda Pública. Una Comisión que va a trabajar para intentar responder, entre
otras, a las siguientes preguntas: «¿Qué ha pasado con el dinero de los préstamos, y en
qué condiciones se solicitaron estos préstamos? ¿Qué intereses se han pagado
ya, bajo qué tipos de interés, qué parte del principal ya se ha devuelto? ¿De
qué manera la deuda ha crecido sin que ello beneficie al pueblo? ¿Qué caminos
han tomado los capitales? ¿Para qué han servido? ¿Qué parte se ha sustraído,
por quién y cómo? Y también:
¿Quién ha pedido prestado, y en nombre de quién? ¿Quién prestó y cuál fue
su papel? ¿De qué manera se ha visto implicado el Estado, quién y cómo tomó las
decisiones? ¿Cómo las deudas privadas se convirtieron en “públicas”? ¿Quién ha
impulsado proyectos inadecuados e inútiles, quién contrató, quién se ha
beneficiado? ¿Se han cometido delitos –por no decir crímenes- con ese dinero?
¿Por qué no se sustancian responsabilidades civiles, penales y administrativas?»
Quien desee adherirse a esta
solidaridad con el pueblo y el gobierno griego, puede hacerlo a través de http://comitesuportgrecia.blogspot.com.es.
Cuantos más seamos los firmantes, mayor repercusión podrá tener una iniciativa
surgida de un urgente estado de necesidad.