domingo, 3 de mayo de 2015

"VERSO LIBRE" VERSUS ORGANIZACIÓN


Anteayer colgué en estas páginas una reprimenda en términos severos a Juan Carlos Monedero. Alguien habrá pensado que al hacerlo estaba defendiendo a la “dirección” contra el “díscolo”. En absoluto. Tendemos a examinar este tipo de zapatiestas desde la óptica de la torre del homenaje, y yo no estaba en esa tesitura sino que pensaba en el desconcierto que va a suponer el rifirrafe para un amplio electorado que anhela algún tipo de seguridad y de garantía de futuro en el momento de elegir alternativas al mal gobierno depredador, reincidente y pertinaz que nos aflige.
No defiendo a la dirección de Podemos. No me entusiasma la singladura que ha emprendido Pablo Iglesias el Joven. Pero la regla de oro para juzgar una polémica surgida en el seno de la izquierda está fijada desde hace mucho tiempo: si la derecha te aplaude, es que has hecho una tontería.
Y ese, mucho me temo, es el caso de Monedero.
Una cuestión conectada con la anterior y de mucha enjundia es la de la situación del intelectual dentro de un partido político. ¿Tenía derecho Monedero a criticar la deriva reciente de Podemos en contraste con sus principios fundacionales? Lo tenía. ¿Había de renunciar a la crítica dada su condición de miembro de la cúpula dirigente de la formación? De ninguna manera.
Lo objetable en cambio es que el procedimiento utilizado para la crítica haya seguido los mismos pasos de aquello que criticaba; que la discrepancia la haya expresado de forma individual una personalidad carismática, obviando la participación del colectivo.
También es objetable la afirmación de que un intelectual «debe volar» con entera libertad, y la distinción que se ha establecido tácitamente entre el intelectual de un lado como «verso libre», y de otro lado la organización en su conjunto como rima consonante. En principio, una distinción de ese tipo no es de recibo en un colectivo que se rige por normas democráticas, puesto que implica privilegios para un sector de la militancia. La democracia interna exige igualdad de derechos y deberes para todos y cada uno de los miembros de una organización. Todos son intelectuales dentro de un partido político, porque a todos ellos se les supone la capacidad de pensar por sí mismos.
Para dar expresión a las discrepancias se establecen de forma estatutaria determinados cauces, reservas y normas de procedimiento. Siempre hay quien se siente constreñido por tales normas, pero en su conjunto constituyen una garantía necesaria para el buen funcionamiento del conjunto.
Entonces la cuestión no consiste en determinar si Monedero es o no es un «hombre de partido», si como al albatros de Baudelaire sus alas de gigante le impiden despegar de la cubierta del navío, sino constatar que ha infringido las normas de funcionamiento que él mismo, como miembro desde buen principio de la dirección, contribuyó en su momento a dar al colectivo.
Con su actitud, ha ocasionado un perjuicio que, como queda apuntado al principio de esta reflexión, va más allá de las fronteras de su propia formación y se convierte en una lanzada en el flanco de una alternativa plural de progreso, en una situación política y social crítica y en vísperas de una contienda electoral crucial.
Circunstancia que nos aflige a todos aquellos que no comulgamos con la vieja fórmula del Mors tua vita mea. O dicho en romance, lo que a ti te mata, a mí me engorda.