lunes, 11 de mayo de 2015

UNA APUESTA ESTRATÉGICA POR LAS SECCIONES SINDICALES


La CONC lanza la iniciativa de una Assemblea Sindical Oberta que examinará la situación actual de las Comisiones Obreras catalanas y su imagen ante los trabajadores y trabajadoras. Se parte de un guión y de una encuesta, se promueve la participación tanto de afiliados como de no afiliados. Se estudiarán y debatirán las aportaciones y las críticas procedentes de todos los acimuts con el fin de alcanzar unas conclusiones operativas.
Es un paso importante hacia la refundación del sindicato. Hablo de “refundación” en el sentido ya comentado muchas veces en estas páginas: la recuperación del “suelo”, la base, el fundamento de la acción, y la vuelta a una línea parabólica de crecimiento a partir de un mayor arraigo en las perspectivas cambiantes del trabajo asalariado y de un asentamiento más sólido en la realidad socioeconómica.
Lo que sigue es una primera aportación a los debates de la Assemblea. Una carta de batalla por las secciones sindicales como células básicas del organismo vivo del sindicato.
“Ya estamos con lo de siempre”, dirá alguno. La eterna cantinela de comités o secciones sindicales como base de la afiliación en el centro de trabajo. Pues no. Creo que el panorama ofrece datos suficientes para superar la vieja polémica y dirigir la discusión hacia otros terrenos. Propongo ajustar la visual de nuestros prismáticos más allá del centro de trabajo.
Por dos razones:
Primera razón. Porque el centro de trabajo ya no es lo que era. En lo que podemos llamar el paradigma antiguo de la producción y los servicios, bajo el cual se diseñó la acción sindical en la empresa y la representatividad de los sindicatos a partir de ella, el centro de trabajo gozaba de una relativa autonomía y de una relativa autosuficiencia. Era, en efecto, un “centro”, contaba con una plantilla estable y una coherencia entre medios y fines. El comité (o la sección) podía funcionar como contrapoder de la dirección (es decir, la gerencia más la dirección técnica más la jefatura de personal), por la buena razón de que la dirección de la empresa tenía en sus manos un poder de decisión considerable.
Hoy ese poder ha desaparecido en buena parte, cuando no en su totalidad. Los centros de decisión se sitúan en otras instancias; la mayoría de las empresas vienen a ser franquicias de grupos transnacionales, o bien instancias auxiliares en grandes holdings, que se encargan únicamente de una parcela limitada de un proceso de producción cuya totalidad no controlan. Las órdenes llegan de fuera, del accionariado, de un consejo de administración. La “dirección” viene a resultar tan dependiente de decisiones ajenas como la propia plantilla.
Segunda razón. A propósito de la plantilla, la estabilidad y la fijeza han dejado de ser sus características definidoras. El territorio de los trabajadores fijos con categorías profesionales normadas ha sido invadido por una casuística muy variopinta: contratos a tiempo parcial, contratos por obra, falsos autónomos, trabajadores a préstamo desde las ETT, trabajadores a domicilio, e incluso trabajadores apalabrados sin ningún tipo de contrato legal, que se prestan a hacer horas en los “picos” de actividad cuando hay que cumplimentar pedidos importantes en plazos apretados.
Los comités dependen de unas elecciones internas, y representan a sus electores. Pero estos pueden ser tan solo el veinticinco o el treinta por ciento de la fuerza de trabajo real total. Se trata entonces de constatar la insuficiencia del recorrido sindical que pueden aportar. No tienen una perspectiva global sobre el proceso complejo en el que se inscribe su unidad productiva, ni tienen tampoco legitimidad para la representación de un número creciente de asalariados que se sitúan en el exterior, y al margen, del colegio electoral que los ha designado.
Pero tampoco es posible suplir la insuficiencia de recorrido en la acción de los comités con una intervención “desde fuera”, desde las instancias de mando de la federación o la unión sindical correspondiente. Una cosa es que el ecocentro de trabajo haya perdido autonomía y poder de decisión, y otra muy distinta es que haya perdido importancia. Sigue funcionando como una conexión insustituible entre la persona y la sociedad, sigue siendo (potencialmente) generador de derechos de ciudadanía. Podemos concebirlo como un nudo crucial en una red amplia de relaciones; como un eslabón de una larga cadena. El sindicato como contrapoder necesita confrontarse con el poder empresarial allí donde este reside; pero no puede saltarse ningún eslabón, ninguna etapa del recorrido. Porque la legitimación de la organización sindical viene de abajo.
Las secciones sindicales (de centro de trabajo, de empresa, de grupo de empresas) facilitan a los asalariados, de un lado, la comprensión de la lógica de las decisiones empresariales sobre la producción, y permiten por tanto su discusión concreta y la propuesta de alternativas. De otro lado, son un elemento que ayuda a reunificar en el dato común de la afiliación a los trabajadores precarios, a fin de acabar con su indefensión y su marginación de cualquier derecho derivado de su prestación de trabajo.
El funcionamiento normalizado a través de secciones sindicales que acojan e igualen en derechos a fijos y precarios aumentará la capacidad de extensión de la sindicación a nuevos grupos de trabajadores, y la coordinación de estrategias de contrapoder a los métodos abusivos de organización del trabajo que aún predominan en el panorama empresarial por la inercia de una visión taylorista de la producción. En el mejor de los casos, tienen potencialidad además para convertirse en “laboratorios” de la acción sindical en el territorio, de extender su influencia a otros sectores y otras empresas, de contribuir a organizar otras luchas por la dignidad, en su entorno inmediato. (Cuántos/as trabajadores/as circulan muy a su pesar de un “curro” a otro, en empresas del mismo o de distinto ramo, siempre precarios/as, siempre ninguneados/as en sus saberes y en sus derechos).
No se trata entonces de optar por comités “o” secciones sindicales; esa es una falsa polémica. Se trata de poner ahora todo el acento en la creación, la extensión y el fortalecimiento de secciones sindicales con el fin de aumentar el radio de acción de la influencia sindical en el conjunto asalariado.