jueves, 7 de mayo de 2015

¿MÉNAGE BIPARTIDISTA A CUATRO?


La última encuesta del CIS es reveladora, en el sentido de que muestra muy a las claras que una gran parte de la ciudadanía está hasta la cruz de los pantalones, o alternativamente hasta la sisa de las enaguas, del largo desierto de ordeno y mando que estamos atravesando todos con grandes fatigas y penalidades. Al margen de esa cuestión lo que aparece, sin embargo, no ofrece líneas de interpretación nítidas. No despunta en el sondeo una España diferente; se diría que la que se insinúa detrás de los celajes de la intención de voto es la misma España de antes, solo que más cansada y más escéptica.
Y como las pulsiones del electorado tienden a seguir los ritmos cíclicos característicos de las modas vestimentarias, las ahora proscritas mayorías absolutas podrían volver a ser “in” y a “llevarse” con todo tipo de complementos, de aquí a cuatro o a ocho años, si lo que las candilejas de la escena iluminan en ese tiempo no es un cambio de sustancia, de “alma” en la política, sino una versión reciclada del bipartidismo, ahora a cuatro bandas, con cambios de pareja frecuentes y un toque sado-maso para añadir morbo al cóctel.
Ilustraré mi punto de vista con un ejemplo que ha sido muy aireado: ¿significaba, de verdad, algún avance perceptible enviar a Chaves y Griñán al cementerio de los elefantes? ¿Era esa la clave justa para abrir las puertas a la gobernabilidad de Andalucía?
Los jóvenes leones llamados a despuntar en el previsible panorama neo parlamentario se nos presentan rodeados de un aura de déjà vu, para utilizar una expresión aguda de José Luis López Bulla. Quienes aparecen por la derecha recuerdan de forma sospechosa a aquellos chicos modosos y bien vestidos que nos endosaban las preferentes con aire de no haber roto jamás un plato; los que presumiblemente se sitúan más a la izquierda, siempre con aspavientos de que no lo son, de que son “otra cosa”, sienten tanto placer en la indefinición y en la indeterminación, que ni siquiera han sabido salir de ella en el momento de presentar su programa. Sobran las fintas tácticas, y se echa de menos una estrategia de fondo. Algún dirigente, incluso, ha llamado ya a retirada antes de comenzar la batalla, adornándose en la suerte con un «No es eso, no es eso» de cuño orteguiano. Puro déjà vu.
De modo que, al parecer, el voto popular no va a servir para despejar las grandes incógnitas que nos preocupan a una gran mayoría de españoles. Estas, semejantes para el caso al séptimo sello del Apocalipsis, solo empezarán a desvelarse el Día Después.
¿Será entonces el llanto y el crujir de dientes? Imposible anticiparlo. Como el coñac de las botellas en el Romance de la Guardia Civil de Federico García Lorca, los políticos se nos han disfrazado de Noviembre.