Este es un mundo
apresurado. No tenemos tiempo para detenernos a pensar en las implicaciones de
una cadena de acontecimientos determinada, y para solucionar de alguna forma
esa pejiguera acuñamos frases hechas. Se trata de fórmulas generalizadoras que
no dan toda la dimensión concreta de la realidad, pero a pesar de todo son
útiles para codificar en algunos “tipos” determinados la enorme variedad de reacciones
y comportamientos de las personas ante situaciones de compromiso.
Será más fácil
hacerme entender con ejemplos. Recurrir a
la heroica es lo que ha hecho doña Esperanza Aguirre ayer mismo. Los
futbolistas del equipo que tiene un marcador adverso se esfuerzan en bombear
balones sobre el área contraria para ver de pescar un gol de fortuna, y de forma
parecida ella, con los números de concejales electos en contra, ha convocado a
PSOE y C’s a una unión sagrada para cerrar el paso a la zarpa totalitaria de Manuela
Carmena en la alcaldía de la capital. Si cuela, cuela.
Por su parte, el
obispo de Granada se esmera en cubrir el expediente
en relación con el caso de pederastia de los romanones. Señala el diccionario
de la Real Academia que por esa expresión debe entenderse «aparentar que se
cumple una obligación o hacer lo menos posible para cumplirla». La definición se
ajusta a la actitud del prelado como pedrada
en ojo de boticario.
Hablamos con cierta
ligereza del austericidio y del capitalismo asesino. Son fórmulas, pero
su pertinencia solo se advierte cuando de pronto los medios de comunicación nos
traen la noticia de un suceso concreto que afecta a una persona identificable
y, por consiguiente, susceptible de empatía. Me refiero a la niña del Instituto
de Usera que una mañana se cansó de vivir. Hay en ese asunto uno o varios
acosadores, quizá también víctimas de la situación, más que culpables; hay un
director de escuela y una inspectora que durante demasiado tiempo, ante un
problema identificado y denunciado por la misma víctima, se han limitado a cubrir el expediente. Pero sobre todo
hay una situación de precariedad, de paro laboral, de desarraigo, de falta de cohesión
social, de erosión del carácter, de insuficiencia de medios por los recortes en
las políticas públicas, que ha generado las condiciones suficientes para que se
produjera un suceso lamentable.
Manuela Carmena, esa
energúmena totalitaria agresora de la Constitución, corrió la mañana del lunes,
no a pactar repartos de prebendas con las otras formaciones presentes en el
nuevo consistorio, sino a acordar con sus ex colegas jueces algún recurso legal
eficaz para impedir más desahucios en el Madrid en el que Ana Botella entregó a
fondos buitre la gestión de los impagos de los alquileres de viviendas de propiedad municipal.
Algo ha empezado ya
a cambiar.