Esta mañana hemos
ido Carmen y yo a la despedida de otro amigo que se va. Los amigos están
cogiendo de un tiempo a esta parte esa mala costumbre: se van, dejándonos a
nosotros cada vez un poco más solos. Lo expresó con espanto una señora anónima
que coincidió con Adolfo Bioy Casares en un
velatorio: «¡Se está muriendo gente que nunca se había muerto antes!»
Lo de hoy no ha
sido tan grave. Despedíamos a la librería Negra y Criminal, que cierra la puerta mítica abierta hasta
hoy mismo a la calle de la Sal, en la Barceloneta; pero Paco Camarasa y Montse Clavé, los
libreros, andan aún por ahí, sonrientes, locuaces, próximos. Y así seguirán,
esperemos que por mucho tiempo, porque les necesitamos.
Hemos ido temprano
pero de todos modos nos hemos encontrado un gentío. Se trataba de despedir a un amigo
querido por mucha gente, mucha buena gente.
Hemos comprado
libros que faltaban en nuestros estantes, de autores clásicos del género: Goodis, Westlake, Padura. Nos han colocado en la página
del título un sello que reza así:
«libro adquirido en la librería
Negra y Criminal.
Negra y Criminal – 4 diciembre
2002, 3 octubre 2015»
Tenemos ahora en
nuestra biblioteca libros especiales, libros de coleccionista. Mientras
rebuscaba piezas para connaisseurs en
el interior del templo del arte negrocriminal, me vino a la mente una
asociación de ideas estrambótica, con quienes se llevaron a su casa ladrillos
del Muro de Berlín recién derribado. «A Brick in the Wall», cantaban los Pink Floyd a un mundo hostil, a unas barreras hechas
para ser derribadas, en un mundo que sin embargo no ha mejorado gran cosa desde
entonces.
No era de ese
género el muro hecho de libros cuyos lomos acariciábamos esta mañana, sino un muro
protector, un espacio virtual de libertad íntima. Con los ladrillos simbólicos
desperdigados formaremos otras arquitecturas, otros muros, que se desmontarán a
su vez, y se volverán a montar más y más veces. Muros de papel, bibliotecas de fantasía
levantadas con ladrillos hechos «de la materia con la que se construyen los
sueños». Así nos lo han recordado los libreros en un último mensaje personal, con
foto incluida. Una foto de los dos, sonrientes, en la puerta que hoy mismo se
cierra.