Hace días, al comentar
el curioso caso del candidato bailón, Miquel Iceta,
aventuré una profecía. La recuerdo ahora, disculpen ustedes que incurra por una
vez en el feo vicio de la autocita: «Los
candidatos a los diferentes parlamentos se someten por lo general a una
preparación intensiva de la campaña, que incluye hasta ahora ejercicios de
vocalización, gestualización y expresión corporal. Si Miquel Iceta tiene un
éxito sonado en los comicios del 27S, preveo que en adelante los candidatos/as
recorrerán el país acompañados por su monitor/ra de danza.»
No ha sido un éxito deslumbrante el del PSC, pero los directores de
campaña han tomado nota, y el baile ha tenido continuación en otras latitudes.
La otra noche se lanzó al tablao nuestra vicepresidenta doña Zoraida, la cual no solo se marcó un zapateado muy
temperamental sino que, como una advertencia de “continuará”, desveló al mundo
mundial el hecho inesperado de que Mariano Rajoy
«es muy bailongo».
El anuncio, y la forma y circunstancias en que se hizo, son un indicio
claro de que a no tardar, y enmarcado en el reciente programa precampaña del PP
“Té y simpatía”, veremos a Mariano exhibir sus facultades en algún plató amigo.
Ninguna objeción. Eso sí, con la que está cayendo (Albiol dixit), debería marcarse el número
ataviado con gabardina, sombrero flexible y paraguas, en plan Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia. Será un bonito espectáculo, y las
redes sociales se enriquecerán con un montón de memes.
Pero no es lo mismo bailar de forma espontánea, ex abundantia cordis, como hizo el incomparable Miquel Iceta, que hacerlo
previo ensayo a puerta cerrada y con las recomendaciones bien aprendidas del
coach y de los numerosos asesores técnicos, para ajustar los resultados al
milímetro. Bailar con el reojo clavado en las cámaras para aparecer bajo el
perfil más favorecedor, y con la calculadora en la mano para saber a cada
movimiento cuántos votos están cayendo en el saco.
Damas y caballeros representantes de opciones plurales que os aprestáis a
concurrir a una campaña electoral a cara o cruz, plagada de alambradas y
sembrada de minas antipersona: cuando punteéis para el electorado
que tanto os quiere unos pasos de tango o de charlestón, sepáis que la cosa, así de
premeditada, pierde toda la gracia.