El mayor huracán de
los tiempos históricos, Patricia, se ha deshilachado al tomar contacto con la
costa mexicana. No nos sorprende la noticia, porque apenas nos queda ya
capacidad de sorpresa. Vivimos en la era de los mega efectos especiales en el
cine, de los partidos de fútbol del siglo cada tres semanas, de las aventuras políticas
prodigiosas, y de las realidades virtuales inconcebibles. Catalunya
independiente, por ejemplo, es un gran parque temático, un Port Aventura
político basado en una muy trabajada y detallista realidad virtual. Primero iba
a ser una independencia de baja intensidad, que casi no se notaría y no iba a
molestar a nadie. Ahora ha cambiado el guión; será una independencia paralela,
se crearán soberbias estructuras virtuales de Estado, se estará confortablemente
en Europa sin estar del todo, y se gobernará de forma prudente y consensuada
contando con medio Parlament, mientras el otro medio, el de los unionistas, se
desgañita en denuncias en los medios favorables a Madrid. El resultado será una
especie de atracción de montaña rusa, con subidas y bajadas continuas por un
paisaje trucado, cuajado de mega efectos especiales.
Las dos preguntas
pertinentes en relación con el futuro alucinante y vertiginoso que nos espera, son:
Primera, todo eso, ¿para qué va a servir? Segunda, ¿quién lo va a pagar?
El panorama no es mucho
mejor en la contraparte. Mariano Rajoy asegura que hemos vivido una legislatura
prodigiosa, que somos la envidia del mundo, y que los próximos cuatro años van
a ser los mejores para el país de toda la historia de la democracia. Es
obligado creerle: lo avalan Angela Merkel, Jean-Claude Juncker, Nicolas Sarkozy
y John Kerry, que vino para negociar la base de Rota y, aprovechando que pasaba
por aquí, se hizo fotografiar rasgueando una guitarra flamenca regalo del ministro
Margallo.
Tanta unanimidad
infunde sospechas. La realidad española no parece justificar tantas alharacas. Una
hipótesis plausible es que los políticos conservadores la estén evaluando con
sensores fabricados por la casa Volkswagen. Sensores no exactamente
fraudulentos, no quiero decir eso: modernos sí, virtuales, con mucho estrépito incorporado
de mega efectos especiales.
Siguen siendo
pertinentes las dos preguntas planteadas antes. En síntesis: a qué viene ese sospechoso
carrusel de alabanzas, y quién lo va a pagar (quién lo está pagando ya, si
apuramos el argumento.)
Pero llegan las
elecciones generales, y todo cambiará. Existe la convicción unánime de que van
a ser las elecciones más decisivas de la democracia, que el país cambiará de
medio a medio, que se acabará la corrupción y se castigará a los corruptos, que
quebrará el bipartidismo, se reformará la constitución, se abrirán para la
ciudadanía las puertas de la transparencia, y todos seremos partícipes de la
nueva prosperidad.
Bienvenida sea la
noticia. Que no le suceda a ese poderoso ciclón de renovación lo mismo que al huracán
Patricia.