Un cabeza de
chorlito ha escrito un ensayo con la intención de presentar la historia del
capitalismo a través de la literatura (1). La idea tiene sustancia, pero el
historiador en cuestión, no. Ha trazado una historia del capitalismo en la que
el dinero no aparece por ninguna parte. Es como hacer una historia del
automovilismo sin hablar de la gasolina, o una historia del funambulismo sin
mencionar la cuerda.
Y no es que no
estuviera advertido: no hace tantos años que Belén
Gopegui, en “La
conquista del aire”, nos ofreció un estudio brillante del modo sutil en
que el dinero condiciona y en definitiva dirige nuestras vidas al margen de
nuestra buena voluntad y de nuestros sentimientos sinceros. Si retrocedemos bastante
en el tiempo, podemos elegir “El
halcón maltés” de Dashiell Hammett como
un ejemplo de hasta qué punto la codicia pervierte todas las decisiones de un
grupo de personajes, entre ellos una mujer a la que el private eye Sam Spade tal vez ame pero no puede perdonar por toda
una serie de razones; una de las menos importantes, el hecho de que, si ella es
capaz de hacer cualquier cosa por dinero, como ha demostrado, también será capaz
de matarlo a él, por más que tal vez lo ame a su vez.
La banalización
absoluta de este problema moral puede rastrearse en una película zarrapastrosa
del Hollywood de hace un par de décadas. Se llamaba “Una proposición indecente” si no recuerdo mal,
y consistía en que un millonario ofrecía a una pareja de recién casados un
millón de dólares por ser él quien estrenara a la chica.
La propuesta resultaba
ridícula por lo irreal. Si el asunto entre el caballero Tenorio y la novicia
Inés solo tenía algún sentido enmarcado en sus coordenadas históricas de origen,
que eran ya agua totalmente pasada en la época del drama de José Zorrilla, esta historia del asalto a la doncellez
de una novia procedente del Medio Oeste, localizada en un casino de Las Vegas,
tenía un aire más tronado que tronera.
La corrupción por
el dinero tiene lugar en la realidad a través de vías, de circuitos y de planteamientos
muy distintos. Un ejemplo interesante del cómo y el por qué se puede encontrar
en “Libertad”, la
novela de Jonathan Franzen. Un ecologista puede verse
arrastrado, por amistades, complicidades, promesas de futuro y contratos de presente con
cláusulas de salvaguarda, a defender la apertura de una mina a cielo abierto en
un paraje natural de alto valor medioambiental. Cambiarán radicalmente, tanto el
entorno y las comunidades que residían allí y que se ven expulsadas a otros
lugares y otras formas de subsistencia, como las expectativas vitales de todas
las personas implicadas en el sucio tinglado que se levanta. Y no es que en el
fondo valiera mucho la pena, no era tanto el dinero “real”, el volumen del
negocio, la cantidad, la cifra, lo que importaba; el dinero es como el telón de
fondo de una comedia, como las bambalinas de cartón pintadas de colorines que aparentan
la consistencia tramposa de la irrealidad en la que se vive, como los focos que
tiñen a voluntad de un tono rosado la mentira que alguien te está vendiendo y que tú le compras porque deseas en el fondo ser engañado.
(1) César
Rendueles, Capitalismo canalla.
Planeta S.A., 2015.