En un artículo de lavanguardia, firmado por Ramon
Suñé, sobre el ecuador del mandato municipal de Ada Colau, anoto el siguiente
comentario de un/una espontáneo/a que firma “Swell”: «Solo sabe destruir,
destruir y destruir. Han nacido del odio y con odio actúan. Solo están aquí
para satisfacer las ansias de venganza suyas y de sus seguidores.»
Es imposible argumentar contra una posición tan
enrocada, tan unilateral; solo cabe constatar que existen en este mundo personas
así, y que no son tan pocas y residuales. En democracia, por lo demás, merecen
el mismo respeto que cualquier otra/o ciudadana/o. Uno percibe mucho miedo y
mucha indefensión detrás de una declaración de este tenor, aferrada a valores
que hace muchos años ya que el viento se llevó.
Quizá quienes predican que ya no existen las clases
y todo se reduce a un 99% de ciudadanía contra un 1% de oligarquía, deberían
mirar más despacio estas cuestiones. Y quienes todo lo cargan a cuenta de unas
barreras generacionales, tomar buena nota de lo que señalaba ayer Joaquín
Estefanía en elpais: Corbyn obtuvo el pasado jueves el 40% del voto total, pero
el 67% de los votantes muy jóvenes. El voto a Carmena en Madrid, hace dos años,
fue un voto predominantemente joven, aunque en su caso la edad de la cabeza de
lista queda relativizada por la del conjunto de la candidatura. También
Mélenchon peina canas y se ha visto (relativamente) favorecido por votantes de
edades muy inferiores. Las simplificaciones tendentes a dar una gran
importancia a la identificación del electorado con la imagen juvenil y el
estilo de vida deportivo del candidato, dan en la realidad poco juego en
comparación con otras consideraciones más fundamentadas (o fundamentales,
elijan el término que prefieran).
No es difícil adivinar qué vota “Swell”, a partir de
su declaración de principios. Cabe imaginar que está defendiendo con uñas y
dientes su pensión, su devoción, y posiblemente alguna propiedad inmobiliaria y
alguna inversión en valores financieros seguros (trasposición que se da con frecuencia
a partir de la creencia firme en unos valores espirituales eternos). “Swell” considera
que el comunismo y sus compañeros de viaje acechan permanentemente en la sombra
para arrebatarle sus bienes de este mundo, y vota, con fe inasequible al
desaliento, a los rodrigo-ratos y los pujol-ferrusolas que la desplumarán en un
plisplás si la ocasión propicia se presenta.
¿Puede hablarse en su caso de una barrera
generacional? Ahí están Macron, Macri, Rivera, los nuevos portaestandartes de
la política de charme, que arrasan en
los caladeros de las/los “Swell” con sonrisas, promesas y eslóganes
cuidadosamente diseñados por equipos electorales bien pagados. La imagen de
Colau, en cambio, no horroriza a estas capas de la población por ser joven, sino
por sus connotaciones de clase.