domingo, 4 de junio de 2017

EL FUTURO DEL TRABAJO


A la conclusión del “mejor mes de mayo” de la historia de España en cuanto a contratación (se han firmado por encima de los dos millones de contratos), el Banco de España alerta sobre “la temporalidad creciente” y “la volatilidad elevada” detectables en ese enorme paquete de papeles laborales. No es ninguna novedad. En la prodigiosa bonanza de mayo ha seguido aumentando el número de contratos que se precisan para configurar un solo empleo (11,34), reduciéndose la duración media de los empleos temporales (54,6 días), declinando el porcentaje de contratos indefinidos sobre el total (8,2), empequeñeciéndose el censo de la población activa (menos de 14 millones). Es cada vez mayor la bolsa de ciudadanos que transitan de la temporalidad al desempleo, y cada vez lo hacen con mayor rapidez. Un modelo particular de economía se está afirmando con fuerza en nuestras latitudes: el país va saliendo poco a poco de la crisis, a costa de instalar de forma permanente en la crisis a sus habitantes.
Otras noticias van en el mismo sentido. Tenemos por fin unos presupuestos del Estado votados por la mitad más uno (exactamente) del congreso, pero el gobierno se apresura a declarar que espera no tener que gastar todos los fondos comprometidos. Más concreto es el emplazamiento hecho por la defensora del pueblo, Soledad Becerril, a la ministra de Empleo Fátima Báñez, a fin de que se gasten íntegras las cantidades presupuestadas para formación. Esta partida, que queda tan bien para dotar de un aroma progresista a las cuentas de la nación, es la que más fácilmente se incumple. Hace años que la formación es la cenicienta en los porcentajes de incumplimiento de los presupuestos. El encarnizamiento visible de los/las diputados/as para que los números que propugnan se plasmen en las cuentas, no se corresponden luego con unas medidas de control del gasto merecedoras de ese nombre. Ocurre como con las emisiones de CO2 a la atmósfera: buenas intenciones, tantas como se quiera, y sin embargo las emisiones contaminantes crecen sin parar. Quizá sea esto (también) a lo que se refiere el hombre de Pontevedra cuando asevera que “no hay que ocuparse de chismes”.
Sol Gallego Díaz reclama hoy en elpais un debate urgente y a fondo en el parlamento, sobre el futuro del trabajo. Estamos en una situación alarmante, pero sus señorías no saben/no contestan sobre esta cuestión. Se habla en las páginas satinadas de las revistas sobre los desafíos de la robotización y de Industria 4.0, pero son espejismos en una realidad en la que las oportunidades de empleo se circunscriben a la contratación de camareros/as para la temporada alta y al recurso al peonaje en la construcción. Otras fuentes posibles de creación de empleo útil en una perspectiva a largo plazo, como la prevención del cambio climático, la defensa de la naturaleza, el recurso a fuentes energéticas limpias o los tremendos déficits existentes en la protección social, no se contemplan en las cuentas del gobierno, ni mucho menos se incentivan.
La columna de Sol Gallego concluye así: «Nuestros parlamentarios deberían darse prisa en aprender porque es posible que dentro de muy poco ya no baste con aludir a cuatro lugares comunes, procedentes de un argumentario sectario. La gigging people quizás busque información por su cuenta y encuentre la manera de defenderse, pero los asalariados de toda la vida (algunos taxistas incluidos) empiezan ya a buscar piedras.»