A la conclusión del
“mejor mes de mayo” de la historia de España en cuanto a contratación (se han
firmado por encima de los dos millones de contratos), el Banco de España alerta
sobre “la temporalidad creciente” y “la volatilidad elevada” detectables en ese
enorme paquete de papeles laborales. No es ninguna novedad. En la prodigiosa
bonanza de mayo ha seguido aumentando el número de contratos que se precisan
para configurar un solo empleo (11,34), reduciéndose la duración media de los
empleos temporales (54,6 días), declinando el porcentaje de contratos
indefinidos sobre el total (8,2), empequeñeciéndose el censo de la población
activa (menos de 14 millones). Es cada vez mayor la bolsa de ciudadanos que
transitan de la temporalidad al desempleo, y cada vez lo hacen con mayor
rapidez. Un modelo particular de economía se está afirmando con fuerza en
nuestras latitudes: el país va saliendo poco a poco de la crisis, a costa de
instalar de forma permanente en la crisis a sus habitantes.
Otras noticias van
en el mismo sentido. Tenemos por fin unos presupuestos del Estado votados por
la mitad más uno (exactamente) del congreso, pero el gobierno se apresura a
declarar que espera no tener que gastar todos los fondos comprometidos. Más
concreto es el emplazamiento hecho por la defensora del pueblo, Soledad
Becerril, a la ministra de Empleo Fátima Báñez, a fin de que se gasten íntegras
las cantidades presupuestadas para formación. Esta partida, que queda tan bien
para dotar de un aroma progresista a las cuentas de la nación, es la que más
fácilmente se incumple. Hace años que la formación es la cenicienta en los
porcentajes de incumplimiento de los presupuestos. El encarnizamiento visible
de los/las diputados/as para que los números que propugnan se plasmen en las
cuentas, no se corresponden luego con unas medidas de control del gasto merecedoras
de ese nombre. Ocurre como con las emisiones de CO2 a la atmósfera:
buenas intenciones, tantas como se quiera, y sin embargo las emisiones
contaminantes crecen sin parar. Quizá sea esto (también) a lo que se refiere el
hombre de Pontevedra cuando asevera que “no hay que ocuparse de chismes”.
Sol Gallego Díaz
reclama hoy en elpais un debate urgente y a fondo en el parlamento, sobre el
futuro del trabajo. Estamos en una situación alarmante, pero sus señorías no
saben/no contestan sobre esta cuestión. Se habla en las páginas satinadas de
las revistas sobre los desafíos de la robotización y de Industria 4.0, pero son
espejismos en una realidad en la que las oportunidades de empleo se
circunscriben a la contratación de camareros/as para la temporada alta y al
recurso al peonaje en la construcción. Otras fuentes posibles de creación de
empleo útil en una perspectiva a largo plazo, como la prevención del cambio climático, la defensa de la naturaleza, el recurso a fuentes energéticas limpias o
los tremendos déficits existentes en la protección social, no se contemplan en
las cuentas del gobierno, ni mucho menos se incentivan.
La columna de Sol
Gallego concluye así: «Nuestros parlamentarios deberían darse prisa
en aprender porque es posible que dentro de muy poco ya no baste con aludir a
cuatro lugares comunes, procedentes de un argumentario sectario. La gigging people
quizás busque información por su cuenta y encuentre la manera de defenderse,
pero los asalariados de toda la vida (algunos taxistas incluidos) empiezan ya a
buscar piedras.»