Gracias de corazón a
Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, que anoche nos explicó, a quienes la veíamos y la escuchábamos
en directo, que ella y Ada Colau no son “antisistema”, sino que quieren un
sistema mejor. En la plaza dels Àngels se puso en el acto de ayer una semilla para la
construcción de un nuevo orden, que se anunció como liderado por las mujeres y
por las ciudades. Adelante, y que lo veamos.
En ese sistema
mejor no tendrán cabida actitudes como la del portavoz del PP (excuso su
nombre, aquí no se hace propaganda gratuita) el cual, enfrentado a una moción
de censura contra su partido por corrupción demostrada y encausada, ha respondido
acusando a los promotores de la censura, Podemos, de pederastas y
narcotraficantes. Cristina Cifuentes, la ambición rubia que preside la
Comunidad madrileña, le rio las gracias y aventuró que tal vez algunos no han entendido
su fino sentido del humor. Según. Puede que no lo entendamos, cariño, o puede
también que lo entendamos demasiado.
Tampoco será de
recibo, en el sistema mejor que pretendemos ayudar a construir, el cartel de
gran formato que ha aparecido en varios puntos céntricos de la ciudad de
Lleida. Presenta fotografías en tonos oscuros de Miquel Iceta (PSC), Lluís
Rabell (CSQP), Inés Arrimadas (C’s) y Xavier García Albiol (PPC), con un
letrero en rojo que los acusa de traidores y la petición expresa de que se les
trate como a tales. Eso es fascismo, dejemos las cosas claras. No está claro en
cambio quién es el responsable de la iniciativa. Alguien debería decir en este
momento que ese cartel es intolerable desde cualquier punto de vista. El
president Puigdemont no lo ha dicho aún – que yo sepa –, pero sí ha afirmado que en
Catalunya este es el momento de la ciudadanía, por encima de los partidos
políticos. Si consideráramos a la ciudadanía responsable de engendros como ese
cartel, iríamos aviados. Un cartel necesita ser diseñado por un creativo,
impreso en un taller de offset o de lo que sea, embadurnado de cola y colocado
en los lugares previamente seleccionados. La idea de la culpa colectiva del
pueblo de Fuenteovejuna en la muerte del comendador está bien para el teatro
clásico, pero la intención del cartel se ajusta más bien a otra idea, de
pedigrí mucho más oscuro: la de soliviantar los ánimos populares para proceder
luego en el espíritu, si no la letra, a aplicar la Ley de Lynch.
Alguien puede creer
que por esos procedimientos se construye un Estado. Más cierto es que así se
destruye una nación.
No son sistemas
adecuados. Pretendemos, con Manuela Carmena, un sistema mejor.