miércoles, 21 de junio de 2017

LA FRIVOLIDAD INSOPORTABLE DE MARIANO RAJOY


Este hombre ha cimentado su carrera política sobre una de las peores catástrofes ecológicas sufridas por el país, no achacable ni a herencias recibidas ni a estados de excepción previos, sino únicamente a la torpeza y a la imprevisión del ejecutivo de entonces. Mariano Rajoy describió el chapapote que estaba a punto de abatirse sobre las playas atlánticas de la península como unos “hilillos de plastilina” absolutamente inocuos.
Ahora desatiende una sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía fiscal, tomada por unanimidad y en la que se le acusa de haber «abdicado de los deberes del Estado y legitimado a los defraudadores.» No es una acusación baladí. Sin embargo, según Rajoy, se trata nada más de un reproche suave motivado por una cuestión "meramente formal", la utilización del instrumento del decreto-ley en lugar de una ley votada en cortes.
Lo primero, hurtar un asunto así de grave (el propio Rajoy encarece que España estaba “al borde de la quiebra y del rescate” y era necesario tomar decisiones) al órgano parlamentario en el que reside la soberanía, no es una mera cuestión de procedimiento. Lo segundo, Rajoy omite el hecho de que la decisión que tomó su gobierno en la ocasión estableció una desigualdad sangrante ante la ley en favor de ciertas personas y en contra de la inmensa mayoría. Se conocen los nombres de algunos de los beneficiados por la medida: Bárcenas, Rodrigo Rato, Jordi Pujol. No se conoce la totalidad de la lista porque el titular de Hacienda, respaldado por el jefe del gobierno, sigue hurtándola al conocimiento de una ciudadanía estafada, cornuda y condenada a pagar el gasto.
Todo lo cual le parece a Mariano Rajoy “pelillos a la mar”, como en otro momento asoció al chapapote la imagen de unos “hilillos de plastilina”. Incluso se ha atrevido a mencionar el fracaso de la reciente moción de censura como una muestra de «fortaleza y estabilidad». Cristóbal Montoro va a ser reprobado, y ya alardea: “Cuanto más me pidan que me vaya, menos me iré.”
La reciente moción de censura ha sido la enésima oportunidad perdida. La banda del empastre sigue al frente de nuestros destinos con euforia renovada. En torno de ellos crece la desolación. Albert Rivera pide a Pedro Sánchez que, puesto que no es diputado, se esté callado y “les deje trabajar”. Vista la actitud de Rivera y el cuajo con el que se pone de perfil en toda situación comprometida, uno se pregunta qué entiende ese hombre por “trabajar”.
Más allá de los malabarismos de Rivera, la situación me trae recuerdos de remotas clases de latín del bachillerato: ¿Quién custodiará a los custodios?