sábado, 17 de junio de 2017

ECHARSE EL EQUIPO A LA ESPALDA


Ayer el Valencia Basket ganó al Real Madrid y se coronó por primera vez en su historia campeón de la Liga española. La efemérides es importante tanto para el club vencedor como para la Liga en sí, ya que es bueno para otros participantes modestos o “no tan punteros” saber en cabeza ajena que siempre les estará abierta también a ellos la posibilidad de una primera vez.
El partido en sí vino precedido por unas declaraciones tempestuosas y poco tempestivas de Sergi Llull, una de las figuras del equipo multicampeón pero perdedor en esta ocasión. Declaraba Llull, poniéndose la venda antes que la herida, que si algunos de sus compañeros estaban cansados, mejor lo decían antes y se quedaban en el hotel en lugar de salir a jugar a la cancha.
Nadie hizo tal cosa, y sin embargo el partido se perdió. Ahora Llull habrá de explicar a sus compañeros qué quiso decir exactamente, y contra quién.
Según una teoría antigua de siglos, el líder es aquella persona que va un paso por delante de los demás, para indicar el camino y dar el ejemplo. La persona empeñada a colocarse a toda costa por delante de todos los demás, apartándolos a empujones si es preciso, para señalar que, caso de haber proeza, será él el principal responsable, no es exactamente un líder. El líder asume un sentimiento colectivo; lo es en la victoria y en la derrota, en superioridad y en inferioridad de fuerzas. Quien se siente individualmente superior al entorno y señala al entorno como claramente inferior a él mismo y a sus ilimitadas potencialidades, no se comporta como un líder sino como un Quevedo, en la composición que yo analizaba ayer en estas mismas páginas. Su sobrehumano pulso a la muerte es literariamente admirable, pero metafísicamente hueco. Cualquier deportista de cualquier club, incluso si es florón singular del club de clubes, del cogollo del novamás, o está preparado para la derrota imprevista, o es un asno.
Esta es una reflexión – lo aviso encarecidamente a los navegantes – circunscrita al ámbito del deporte, si bien el deporte se configura en muchas ocasiones como metáfora de otros aspectos varios de la vida. No veo ninguna relación entre lo que queda escrito y las recientes declaraciones del político y experto en cuestiones de planificación urbana Jordi Borja, en VilaWeb. Lo de Borja calculo que responde más bien a una pérdida circunstancial de los nervios, perdonable como tantas otras meteduras de pata de tantas otras personas, entre las que me incluyo en lugar preferente a mí mismo.