martes, 27 de junio de 2017

VICIOS PÚBLICOS Y VIRTUDES PRIVADAS DEL MODELO ECONÓMICO


Un informe de Randstad con base en la Encuesta Trimestral de Costes Laborales y en la Encuesta de Población Activa, ambas publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, señala que en 2016 las empresas españolas han pagado en concepto de horas extra 2.845 millones de euros, un 6,2% más que en 2015. Según cálculos de Randstad, con ese dinero se habrían creado 92.500 puestos de trabajo. Es una comparación enteramente gratuita, dado que en el modelo económico que padecemos las horas extra tienen muy poco que ver con el empleo. Viene a pasar como con los macroconciertos que se celebran en estadios de fútbol: el mismo recinto alberga ambas manifestaciones populares, pero la una y la otra apenas tienen en común otra cosa que las entradas que se venden y los asientos que se ocupan.
Subrayo, de otro lado, que la cantidad evaluada sería la que se ha “pagado” en concepto de horas extra; no el valor de las horas extra realmente trabajadas, que a ojo de buen cubero debe de ser bastante superior, si atendemos a cómo anda el curro precario a precios de mercado. Tener un contrato laboral, ese tesoro, impone casi siempre al asalariado una disponibilidad total  para lo que sea, durante las horas que sean. Es así que se suscribieron en 2016 muchos más contratos que en el año anterior, y en mayor porcentaje también por tiempo determinado y/o a tiempo parcial. También es así que se crearon más empresas, y también desaparecieron más, que en 2015. Todo ello no significa, hablando a ciencia cierta, otra cosa que la economía real acelera su marcha desbocada en la distancia cortoplacista.
Las cifras en sí mismas representan muy poco, son guarismos abstractos. No hay una relación coherente entre las horas extra pagadas y las realmente trabajadas; no puede haberla entre dinero invertido en pagar horas y dinero para pagar empleados, fijos o precarios. Los 2.845 millones no son término de nada estrictamente cuantificable.
Con los pagos a Hacienda que han evadido Messi y Cristiano Ronaldo habría podido construirse un acelerador de partículas, o crearse medio millón de empleos con su seguridad social incorporada. Con los 60.000 millones del rescate a la banca que no serán nunca devueltos se habían podido construir cinco aceleradores de partículas o crear seis millones de empleos. También se habrían podido construir cuarenta mil estadios de fútbol, otras tantas macrodiscotecas, doscientas mil piscinas municipales y un millón de fundaciones artísticas. Me invento las cifras. Da igual, a todos los efectos, porque no son más que elucubraciones vanas. No existe un canal de trasvase real de fondos financieros entre todas esas manifestaciones. Lo único cierto es la acumulación ingente de beneficios en los bolsillos de grupos reducidos de personas riquísimas ya de antes.
El único medio para que se asignen inversiones de una forma racional y útil para ese etéreo conjunto de personas que ahora está de moda calificar de “ciudadanía”, es revertir el modelo económico, y establecer criterios de planificación democrática (virtudes públicas) que pongan coto al robo descarado del que nos hacen objeto entidades respetables como Google, Uber o Airbnb; a la bula otorgada a las empresas bancarias y las eléctricas, entre otras; al despilfarro consentido de tantos munícipes en la contratación de eventos y de asesoramientos; a la exención o la amnistía fiscal conseguidas por la cara para empresas de derechos de imagen de personas que se quejan ya de estar pagando demasiados impuestos (vicios, todos ellos, privados).
Mientras los poderes públicos no emprendan este camino, saliéndose del bucle en el que nos encontramos, seguiremos barajando cantidades fantasmales e intentando precisar cuánto exactamente nos están costando a los españoles las repetidas complacencias mutuas intercambiadas a todas horas y de forma recíproca por nuestra elite político-empresarial.