Este es el caso de
Octavio Salazar, profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad
de Córdoba. Indignado, como muchos de nosotros, por el trato que dio el
portavoz del PP, Rafael Hernando, a Irene Montero en sede parlamentaria con
motivo de la reciente moción de censura, escribió un artículo y lo envió a
elpais por si estimaban conveniente su publicación.
Al parecer, el
artículo estuvo colgado durante un par de horas en lugar destacado de la
sección de Opinión. Pero cuando lo leyó el director, Antonio Caño, mandó recado
al constitucionalista de que debía “suavizar” dos adjetivos en concreto que
dedicaba al señor Hernando. Eran ellos: “machista” y “misógino”. Salazar
respondió que no había nada que suavizar, que ambos términos describían con
exactitud el talante del portavoz pepero. Consecuentemente, Caño hizo retirar
de la edición digital el artículo.
Lamentable, pero
son cosas de la profunda ética y espíritu constructivo de nuestro periódico
global. Para eso existe un libro de estilo que determina lo que es adecuado y
lo inadecuado en el periodismo de opinión. Comparemos la crudeza de los
calificativos expurgables citados con lo que se ha editorializado de otro
político en uno de los productos más justamente famosos de la casa, citado
repetidamente en todos los masters de periodismo ético: «Pedro Sánchez ha
resultado no ser un dirigente cabal sino un insensato sin escrúpulos que no
duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que
reconocer su enorme fracaso.»
Así, sí.
Reflexionando desde
un punto de vista psicoanalítico sobre el “caso elpais”, me parece un ejemplo “de
libro” del llamado síndrome de Jehová, una de tantas cosillas que se le quedaron
en el tintero al maestro Freud, y que sus epígonos más brillantes vamos
rescatando poco a poco. El síndrome de Jehová se define como la distorsión que padece
el medio informativo que, en lugar de tratar de describir (con mayor o menor rigor,
con más o menos dosis de posverdad, evidentemente) la realidad observable, lo
que intenta es crearla ex novo, construir
una realidad particular y exclusiva que resulte aceptable y exenta de
contradicciones tanto para su consejo de administración como para los numerosos
contribuyentes, anunciantes y mecenas en general que ayudan a que el medio
pueda presentarse a pie de quiosco todas las mañanas.
No existe, hasta el
momento, una terapia eficaz para el síndrome de Jehová. Jordi Sevilla ha
anunciado que se da de baja como suscriptor y que no piensa volver a leer sus
páginas, dado el trato dispensado por el medio a Pedro Sánchez. Pero Pedro
Sánchez es solo un caso particular, y no el peor, de las fobias que mueven a
los arcangélicos enviados de elpais, armados con espadas flamígeras, a expulsar
a todos los rebeldes y a los heterodoxos del paraíso terrenal del statu quo. Y
mucho me temo que el boicot de los lectores, por numeroso que llegue a ser, no
tendrá efectos perceptibles mientras se mantenga la lluvia de mecenazgos
procedentes de las alturas olímpicas pobladas por una raza de semidioses que
ven cada mañana el mundo recién creado por la letra impresa de elpais, y lo
juzgan bueno.