Mercè Conesa es la
alcaldesa de Sant Cugat del Vallés, el municipio catalán con mayor renta per
cápita, y también la presidenta del Consell Nacional del PDeCAT, partido cuyas
inmensas expectativas electorales en el ámbito en el que se implanta se están
viendo lastradas, hasta el momento, por el dato molesto de que es la hijuela de CDC, aquel poderoso pal de paller hoy carcomido debido a los
repetidos tropiezos judiciales motivados por algunos escándalos difícilmente borrables de las
hemerotecas.
Mercè desea que su
nuevo partido vuele alto. Magnífico deseo. “Depende de nosotros”, añade. No me
siento concernido por el “nosotros”, pero esa actitud claramente a la ofensiva
me parece loable. “El PDeCAT ha de volar libre de los procesos que afectan a la
antigua CDC”, tuitea. “Adelante, Marta Pascal”. Pascal es la coordinadora
general del PDeCAT, y el “Adelante” no se configura como una llamada general a
la regeneración, movida por un propósito colectivo de enmienda, sino que alude
a la solución concreta diseñada por ambas dirigentes para afrontar la
recentísima imputación de Germà Gordó por el asunto del 3%.
Hasta ayer mismo
Gordó estaba en todas las quinielas para la futura secretaría general, y no de
la “antigua CDC”, felizmente extinta, sino del novísimo avatar de la formación.
Ahora se le apunta por elevación (nunca mejor dicho, ya que de volar alto se
trata) la conveniencia de dar un paso al costado similar al que protagonizó en
su momento Artur Mas, un hombre que sigue ahí, discreto, desde un perfil bajo
en sus apariciones públicas, dispuesto para lo que se le necesite.
Gordó también está por la misma labor, a lo que
parece. La solución que medita es la de darse de baja del partido pero mantener
su escaño en el Parlament de Catalunya, y desde el Grupo Mixto seguir poniendo
su granito de arena para la independència
o para cualquier otro fregado y barrido que proponga la nueva dirección en
función de los meandros imprevisibles de un procesismo del que cabe decir,
como de las obras de la Sagrada Familia, “qui
diu que no s’acabarà mai ès que no coneix el nostre poble”.
Irse, pero
quedándose; estar, pero sin estar. Tal parece ser la más reciente metamorfosis
de Artur Mas “el Astuto” y de Germà Gordó, su leal escudero.