sábado, 17 de junio de 2017

SEÑOR GUERRA, HAY MÁS FRANQUISTAS CERCA DE USTED


Alfonso Guerra solo observa en la España de hoy pervivencia del franquismo en los dirigentes nacionalistas catalanes. Ni harto de vino se lo cree, y harto de vino debe de estar, no es que yo ponga en duda la cantidad y la calidad de sus libaciones. Escuche, en su cuenta no están todos los que son. Escuche, usted es con perdón el clásico patoso de barra de bar, siniestro, balbuceante, faltón sin motivo con el resto de la parroquia. Escuche, no sé quién se considera usted que es, ni por qué viene a deshora a darnos la vara.
El único reproche de Guerra al actual gobierno de la nación es que no haya aplicado todavía el artículo 155 de la Constitución a la autonomía catalana. La tiene tomada con nosotros, el dómine Guerra. Se ríe de la formulación “España, nación de naciones”, que acaba de ser postulada en el Congreso de su propio partido (si no nos equivocamos en cuanto a cuál es su partido actual, igual hay sorpresas por ese lado). “Eso es una bobería”, dice. “¿Cuántas naciones? Nadie contesta. ¿Hay que incluir entre ellas a los cartageneros?”
No se acuerda seguramente don Alfonso de la última vez que un colega suyo se dedicó a pasar el rodillo de la apisonadora por una nación de naciones. El fulano se llamaba Slobodan Milosevic, y la nación de naciones, Yugoslavia. Al final de la curiosa operación, se echó la cuenta y salieron más naciones de las que algunos contaban: los montenegrinos, los macedonios, los kosovares. Fue un éxito aquel 155. La próxima vez que don Alfonso venga por aquí descorcharemos una botella de algún vino de su gusto (no será catalán, seguro; que sea de Cartagena, entonces) para brindar por la unidad sagrada de Yugoslavia, por la intocable Constitución yugoslava, por la bienaventurada convivencia pacífica de los yugoslavos.
No pretendo afirmar que las cosas puedan acabar aquí de la misma forma que acabaron allá, pero desde la modestia que siempre me ha caracterizado, me atrevo a echarles un pulso a don Alfonso “pasao” de copas y a sus amigos del gobierno, que no son – evidentemente – franquistas.
Adelante, vayamos todos franquistamente, y yo el primero, por la senda del 155. Disciplina inglesa, gato de nueve colas, esto es lo que hay y aquí nadie rechista. Y al final del camino, contemos las naciones de la antigua España que nos salen al retortero. Seguro que son más de las que piensan nuestros próceres eternos, acostumbrados a calentar sus culos pelados en las muelles butacas del Congreso de la nación durante interminables legislaturas sucesivas. Seguro que el rosario de la aurora palidece al lado del festín de unanimidades que se forma. Y seguro que don Alfonso Guerra acaba una noche loca en la situación de aquel gallo de Morón que, perdidas todas las plumas, aún seguía cacareando.