Joan Coscubiela ha
escrito un libro sobre su experiencia personal y la colectiva de su pequeño grupo
de diputados (la “patrulla japonesa”) en el Parlament de Cataluña durante el
tiempo en que la mayoría oficial de diputados/as desarrolló complejas maniobras para forzar
una declaración unilateral de independencia de muy escaso recorrido, por no
hablar de lo que sucedió luego. Coscubiela añade al relato de las vicisitudes
vividas un análisis circunstancial en torno a la estrategia independentista ─marcada
siempre por la astucia, y no por un programa─, y algunos atisbos de cuál podría
ser la vía para desencallar una situación inestable en riesgo de pudrirse
rápidamente.
El libro fue
escrito, según aclara en la página de agradecimientos, en siete semanas y
media, lo que mejora en dos semanas enteras la performance de Kim Bassinger y
Mickey Rourke en aquella película de Adrian Lyne. Mi felicitación al autor. Es
cierto que el apresuramiento se nota, y que muchas aristas del tema se omiten o
son objeto de una simplificación excesiva. Con todo, el libro tiene la virtud
de dejarse leer con la voracidad de un thriller de marca. Y contiene imágenes
brillantes, como la comparación de Cataluña con el delta del río Okavango.
El Okavango forma
en el norte de Botswana un enorme delta, como se lo llama comúnmente ─aunque
más apropiado sería hablar de un pantanal─, de 15.000 km2, que en la
temporada de lluvias llega a los 22.000. Cataluña, por su parte, tiene 32.106
km2, no muchos más. El Okavango no llega nunca al mar, como sería
normal en un curso de agua de su volumen e importancia, sino que sus aguas
acaban por perderse en el secarral del desierto de Kalahari, una de las zonas climáticas
más áridas del mundo. El curso “natural” del independentismo catalán, por su
parte, se agota y se pierde en otro desierto de características diferentes pero
no menos inhóspitas (esto no lo dice nunca Coscubiela; pero se adivina). El
resultado en ambos casos es un empantanamiento descomunal, y en el caso del río
la creación de un hábitat privilegiado para una abigarrada colección de fauna
salvaje. Por ejemplo, en el delta del Okavango hay más elefantes por km2 que
personas. Los grandes rebaños de búfalos han desarrollado estrategias de grupo para
defenderse de los leones, que se alimentan casi en exclusiva de ellos; y los
leones, por su parte, son los únicos en toda la redondez de la Tierra que saben
nadar, porque de otro modo no podrían sobrevivir.
El delta del
Okavango ha pasado a formar parte del patrimonio natural mundial en 2014, y es
objeto de una protección especial. Quizá sea ese un destino deseable también
para Cataluña; no sería una mala solución desde el momento en que una salida a
mar abierto resulta, incluso en metáfora, totalmente inviable.
Elisenda Alamany, portavoz
del grupo de los Comuns, ha propuesto
salir del impasse político creado en la autonomía con un gobierno formado por
personalidades independientes de prestigio, bajo la dirección de una figura que
debería tener señas de identidad progresistas y no formar parte del grupo de JxCat.
Ellos/ellas encabezarían una legislatura reducida, de tan solo dos años, en los
que se dedicarían a deshacer los nudos gordianos más peliagudos que bloquean la
situación. Coscubiela llama a una operación de este tipo «pactar el desacuerdo»,
a la espera de un curso más favorable de la evolución de las cosas.
Habida cuenta de
que es una incógnita cuándo y cómo acabará la labor frenética de los jueces, caducará
la vigencia del 155 y el país recuperará sus instituciones autonómicas, dar el
necesario paso adelante para liderar una salida tan precaria, condicional y a
medias, resulta un marrón monumental para las eventuales personalidades de
prestigio que se presten a ello, no cabe duda. Pero el patriotismo se demuestra
en estas andaduras mejor que en precipitadas fugas a Suiza o Bélgica, o que en las
barreras de neumáticos quemados y el asalto a los peajes en las autopistas,
según propuesta de los CDR, comités de defensa de la República sin padre ni
madre conocidos, aunque muy apegados a la ANC, Assemblea Nacional de Catalunya, y a la llamada "CUP de comarcas" para distinguirla del modesto aparato central.
Si en definitiva no
cuajara la difícil propuesta de Alamany, propongo que se solicite a la UNESCO
la declaración formal del pantanal catalán como patrimonio de la humanidad y
área protegida de la biosfera. Aquí no nos faltan elefantes ni leones, siquiera sea en metáfora. Atraeremos a los turistas y quizá pueda, a fin
de cuentas, celebrarse la famosa regata suspendida por falta de sponsors.