Suelen incomodarme
las declaraciones de Javier Tebas, baranda de la Liga de fútbol española y
militante confeso de Fuerza Nueva, porque siempre se trata de reflexiones no
inocentes, sino “orientadas”. Hay otras personas que comparten esa
característica, por ejemplo María Dolores de Cospedal. Cuando Tebas o Cospedal
hacen una afirmación a primera vista de valor universal, viene a resultar que en
realidad se trata de otra cosa: generalizan a partir de casos muy concretos, y lo
hacen con el fin de justificar su propia posición en esos asuntos, que por regla
general tiene muy difícil justificación.
Es el caso cuando
Tebas afirma en el curso de una entrevista distendida que pitar himnos es
violencia. Violencia verbal, precisa. Violencia condenable, remacha además.
Dicho así, parece estar
hablando en general. «Himnos.» Pero la afirmación se decanta rápidamente hacia
lo concreto cuando caemos en la cuenta de que estamos en vísperas de una nueva
final de la Copa del Rey, y que en ella va a participar el FC Barcelona, una desgracia
nacional que viene repitiéndose temporada tras temporada.
De modo que ahí
tendremos, como en tantos otros años, el riesgo de que una parte de la afición reunida
en el estadio exprese de forma sonora su reprobación tanto a Felipe VI como al
himno oficial de España.
Insisto en lo de “oficial”.
Si retrocedemos hasta la afirmación inicial de Tebas, tan “himno” es la marcha
de Granaderos como el Himno de Riego, la Internacional o Els Segadors. ¿Todos
merecen el mismo trato respetuoso, secundum
Tebas? Me temo que no. Va a resultar que en un caso pitar el himno es
violencia verbal, y en los otros tres es violencia coral entonarlo.
A la gente como
Tebas no se le ocurre que tocar un himno determinado en un estadio al que la
gente ha ido a ver fútbol, sea asimismo una forma de violencia. O que sea una
forma de represión impedir que el público ejercite su libertad de expresión pitándolo.
Más aún, si lo que
importa es el símbolo, todas las ocasiones en las que Gerard Piqué, vestido con
la zamarra roja y el escudo de España, ha sido abucheado e insultado por un
público español, el futbolista catalán debería ser defendido por Tebas con
el mismo ardor que pone en defender el himno. Pero en este asunto el dirigente
futbolero se ha mostrado particularmente laxo. Su opinión viene a ser que el
propio Piqué se lo ha buscado. Piqué nunca se ha metido con España ni con
ninguna opción política concreta. Sí que se ha metido con el Real Madrid y con
algunos de sus epifenómenos más populares, como Cristiano Ronaldo y Arbeloa. Pero,
en la visión de Tebas al menos, la mística de la patria incluye como componente
indisociable el fervor madridista. Igual que no hay paridad entre himnos,
tampoco la hay entre clubes.
Otro argumento utilizado
con frecuencia desde los estamentos oficiales, es que la política no debe mezclarse
con el fútbol.
De acuerdo. ¿Qué nombre
debe darse entonces a la ejecución ritual del himno nacional en un evento simplemente
deportivo? ¿Y por qué se llama Copa del Rey, si la competición no está costeada
por la Corona, y nunca lo ha estado?
Una cosa es que los
símbolos de la nación deban unirnos a todos, y otra muy distinta es que en
efecto cumplan esa función. Ni la monarquía ha tenido en los últimos tiempos la
ejemplaridad deseable, ni la patria representa hoy exactamente lo mismo para
todos los compatriotas.
La muy reciente actitud
justiciera y punitiva de las instituciones del Estado hacia todo lo que tenga
alguna relación con la rebelión, la sedición, el terrorismo, el delito de odio y la violencia
insoportable, términos todos ellos que han sido objeto de una redefinición “orientada”
para la ocasión al modo de Tebas, puede contribuir a un nuevo estropicio en la
convivencia. ¿Tan difícil sería quitar hierro a estas viejas historias?