Lectura colectiva.
Hoy es el Día Internacional de la Mujer y la
Niña en la Ciencia. Una fecha importante, aunque falta todavía mucha conciencia
singularizada de esa importancia. De la de las niñas en particular, porque la
educación sigue teniendo en gran medida ese sesgo machista que lleva a animar a
los varoncitos a jugar con un balón a la espera de hacerlo más adelante
con protones y neutrones, y a las mujercitas a jugar con muñecas para luego ocuparlas en coser y cantar.
Peor estábamos antes. La Poderosa Afrodita moderna
ha tenido que nacer dos veces. La primera, en los inicios del siglo XX con el
sufragismo, un grito de rebeldía que quedó sofocado por el atronador estallido
de dos guerras mundiales y el surgimiento por medio del repugnante fantasma del
fascismo, una sublimación perversa del machismo imperante.
Por señalar una fecha significativa para el
segundo nacimiento de la Poderosa Afrodita moderna, yo sugiero la del 26 de
agosto de 1970.
Antes estuvieron las jornadas de Mayo del 68,
una sacudida para toda una concepción del mundo (machista, elitista,
capitalista, egoísta) que había guiado una idea no sostenible del progreso
social. Ese día de 1970 las mujeres estadounidenses fueron a la huelga en celebración
del cincuentenario de su derecho al voto. En París, un grupo de mujeres lo
celebró a su manera con la creación del Mouvement
de Libération de la Femme (el nombre lo acuñó la prensa; ellas lo asumieron
después), y una manifestación de calle. Colocaron una corona en el Arco de Triunfo, donde arde la llama del monumento al soldado desconocido. La
leyenda colocada en la corona decía: «Hay
alguien más desconocido aún que el soldado: su mujer.» La filósofa,
novelista y activista Monique Wittig enarboló en aquella cita una pancarta en
la que había escrito: UN HOMME SUR DEUX EST UNE FEMME, “un hombre de cada dos
es una mujer”.
Después vendrían otras efemérides, otras
jornadas. La ONU declaró a 1975 “Año de la Mujer”. Poco antes, en 1974, se
había creado el movimiento “Femmes pour l’Europe”,
liderado por Ursula Hirschmann, compañera de Altiero Spinelli y promotores
ambos de la idea de una Europa federal inclusiva, abierta a un futuro situado por
encima de los nacionalismos que habían generado el esperpento del nazifascismo.
Un ingrediente indispensable de esa Unión Europea naciente era un feminismo
creador e integrador, consciente del valor decisivo de unas instituciones y unas
leyes equilibradas en la vida de unos pueblos compuestos por varones y mujeres que
habían de estar colocados, en todo, en un plano de igualdad.
En España, el año 1975 fue el de la muerte de
Franco, y la arribada de los nuevos vientos europeos, incluido el nuevo
feminismo, hubo de esperar, aunque solo un poco. Del 27 al 30 de mayo de 1976
tuvieron lugar las Jornades Catalanes de
la Dona en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona. En el PSUC promovimos
una gran participación, aún camuflada en gran medida. Carmen Martorell no se
perdió una sola sesión, y la compañera Dolors Calvet nos enseñó muchas cosas
sobre las que muchos manteníamos una ignorancia culpable. Dolors fue la autora
de una ponencia alternativa que se presentó al Congreso del PCE desde Cataluña,
y fue aprobada en bloque.
Con la consigna de hoy el desafío se amplía,
porque no solo es preciso feminizar la política, o el sindicalismo, sino
feminizar la ciencia, un terreno en el que todas las mujeres siguen siendo
pioneras, siguen siendo intrusas a pesar del brillo de personalidades cimeras como Marie Sklodowska,
llamada Curie porque ese era el apellido de su bastante menos brillante marido.
Es cuestión de empujar todas/os en la misma
dirección, sin reservas ni coartadas personales. Este es el día justo para
concienciarnos. La humanidad no puede marginar a uno de cada dos hombres.