Celebración oficiosa del bicentenario del nacimiento de
Carlos Marx (5 mayo 2018). Javier Tébar, Javier Aristu y Paco Rodríguez soplan
las velas conmemorativas.
Pensábamos que en este país las derechas andan
muy mal, pero Marjorie Taylor Greene, congresista de la ultraderecha
estadounidense, acaba de demostrar que la comparativa tal vez nos favorezca.
Llamó a Nancy Pelosi “policía del Gazpacho” por su espionaje contumaz a los/las
patriotas de verdad según su criterio. Pablo Casado, por su parte, había
denunciado poco antes, en la campaña electoral autonómica de Castilla y León,
que “la remolacha es atacada” por el actual Gobierno.
Las dos afirmaciones son difíciles de interpretar.
La de Casado resulta tan sorprendente en sí misma y en el contexto (pocos días
antes se había abrazado a una vaca desprevenida que no pudo reaccionar a tiempo
para evitar el contacto), que alguien en Facebook ha deducido que el líder del
PP está queriendo explicarnos la última serie de intriga de Netflix. En cuanto
a Marjorie, almas caritativas interpretan que al decir “gazpacho” quería referirse
a la Gestapo de la época nazi. Peor me lo ponen, otra cosa sería si hubiera
querido referirse a la KGB soviética y en su lugar, dejándose caer en una confusión
de siglas, hubiera dicho la “CNN”. Se habría tratado de un desliz comprensible
desde su perspectiva; no así la alusión equivocada a la Gestapo, una
institución que siempre ha sido la niña de los ojos de la ultraderecha. Los 2.0
prefieren no citarla y buscar otros puntos de referencia, como nos ha explicado
Steven Forti (su libro ya está en la segunda edición, y más que vengan). Me
parece dudoso que Marjorie entre en la categoría 2.0 de su formación política;
pero en el caso de que se encuentre en un escalón tecnológico más atrasado, una
alusión suya a la “Gazpacho” nazi habría sido positiva o neutral, nunca
negativa.
De modo que es necesario buscar una exégesis diferente,
ya sea natural o sobrenatural. Me inclino por lo segundo, y apunto la
posibilidad de que el gazpacho yanqui se explique por la remolacha celtíbera, y
viceversa, la remolacha por el gazpacho. Es un punto de vista, el mío, audaz, pero
estamos en una tesitura en la que todos los recursos tópicos de la semántica fallan.
Ayuso acaba de hablar de “errores” de la Iglesia católica, al referirse a las
conductas pedófilas. Del mismo modo podría haberlas llamado “remolachas” o “gazpachos”.