Vista aérea de Anavatos, una ciudad fantasma, abandonada
por sus habitantes, en la isla de Quíos.
Lean
este análisis como un ejercicio ocioso de pura especulación. Ni suscribo ni
ratifico nada de lo que a continuación se dice, antes bien, utilizo en todos
los párrafos, a conciencia, el modo subjuntivo para que nadie se llame a
engaño. Están advertidos.
Acostumbrada durante decenios a entregar
religiosamente la cuchara al pujolismo, Esquerra parecería haber perdido la
brújula ahora que su referente se ha roto en añicos irreconciliables. Le quedaría,
eso sí, de su atrezzo tradicional, el
viejo antagonismo con el PSC, y con él la costumbre inveterada de colocarse siempre,
aplicadamente, en el ángulo del cuadrilátero opuesto al que ocupen los
socialistas. Seguramente esa sería la razón principal del “No” a la
convalidación de la reforma laboral, un tema en el que tenía grandes opciones
de asentar su posición preeminente en el gobierno de la autonomía y contribuir
al relanzamiento de la economía catalana, barriendo debajo de la alfombra ilusiones
de independencia que no son más que eso, ilusiones perdidas, hojas ¡ay! desprendidas
del árbol del corazón.
Ha dicho Rufián que no pasan por el “trágala”. Quizá
se haya descontado de reforma laboral (ha habido muchas) y estaría pensando en
la de Rajoy, sustanciada sin consenso, sin debate y por rodillo parlamentario. Aquella
reforma que nos tragamos todos en su momento es la que resurgiría intacta en el
caso de que una mayoría parlamentaria votara “No” a la nueva normativa. Con lo
cual las tragaderas de Rufián y su ERC competirían históricamente con las de
Gargantúa: no quieres trágala, dos tazas.
Tal vez exista una buena dosis de postureo en la
decisión de ERC. Si la reforma ganara (por los pelos, también el PNV ha
vislumbrado una ocasión adecuada para ponerse de perfil), nada se habría
perdido, y ellos mantendrían su aval de intransigencia frente a los “colonos”.
Este razonamiento, sin embargo, está viciado de origen. ERC no tiene plan de
gobierno para Cataluña, la parálisis se acentúa, el mando estresa demasiado al
joven Aragonés, los dedos se le hacen huéspedes, y crece la nostalgia de un “mandato”
de nación explícito que facilite la huida hacia adelante como en el año 2017.
De ser así las cosas, ERC se estaría dedicando ahora
a elevar apresuradamente un muro de contención contra el asalto socialista, y preparándose
simultáneamente, ya, para una futura ceremonia solemne de entrega en bandeja de
plata de la llave de la fortaleza al sucesor ungido de Jordi Pujol, cuando advenga
o adviniere la segunda parusía.
La operación se realizaría por consenso entre
las partes mediante el expediente de un trueque bíblico, adecuado dadas las
solemnísimas circunstancias: se cedería el governet
a cambio de un plato de lentejas.