sábado, 5 de febrero de 2022

TALE TOLD BY AN IDIOT

 


Alberto Casero, la “mano inocente” que decantó el destino parlamentario de la reforma laboral.

 

“Pour un oui, pour un non se battre,

ou faire un vers.

E. ROSTAND, “Cyrano de Bergerac”

 

De siempre hemos sabido que la naturaleza imita al arte. Por eso no es de extrañar que los sucesos de ayer en el Congreso reflejaran de forma exacta y sintética algo que William Shakespeare escribió hace varios siglos. Fue Macbeth, acorralado en su fortaleza de Dunsinane por un bosque en movimiento debido al conjuro de un Aquelarre de brujas, quien constató que la vida es un cuento contado por un idiota: “it is a tale told by an idiot”. La vida está llena de ruido y de furia, precisa Macbeth, pero no tiene sentido.

Tolkien puso en escena, en el segundo libro de El señor de los anillos, un bosque cuyos componentes, los “ents”, asaltan la torre blanca de Sarumán, el mago traidor aliado de Sauron. Fue un homenaje expreso a Shakespeare, una cita literaria incorporada a un texto nuevo. William Faulkner llevó la misma cita mucho más lejos, al dar la palabra en varias de sus narraciones a idiotas que explican desde su entendimiento averiado las causas y concausas de una vida marcada a fuego por el absurdo. Faulkner remató ese esfuerzo literario, de una gran envergadura, al llevar la cita de Macbeth al título de una de sus obras más emblemáticas, “El ruido y la furia”.

Por su parte, la derecha patria está sacando a relucir “ruido y furia” en el intento de rebobinar un relato bien urdido, que ha desbaratado para ellos el gesto torpe de un chapucero. Alberto Casero se echó las manos a la cabeza al darse cuenta de la gaffe que había cometido, y corrió a ponerse a disposición de sus colegas de botellón: «La que he liado», dijo compungido al presentarse en el Congreso. Casero es ex alcalde de Trujillo, diputado del PP por Cáceres y, según cuentan, “mano derecha” de Teodoro García Egea (¿cómo será entonces la mano izquierda del inefable número dos del PP?, tenemos la tentación de preguntarnos).

Casero se equivocó cuatro veces de seis, al pulsar el botón telemático de las votaciones del Congreso desde su casa de Madrid. No había ido al Congreso porque “no se encontraba bien”. Las demás equivocaciones no tuvieron mayor significado, pero una de ellas supuso el espaldarazo a la convalidación de la reforma laboral presentada al hemiciclo por la ministra de Trabajo y vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz, zafándola de la trampa tamayesca urdida por el tándem Casado-Egea.

En un lance tan chusco no han comparecido ni la justicia divina ni la justicia poética, en mi opinión. Ni los dioses ni las musas se dedican a remediar las triquiñuelas de baja estofa de los humanos.

Ha sido solo, tal vez, la conjugación, preconizada por Jacques Monod, de un azar con una necesidad. Cabe verla como un remedio puntual y absurdo a un sinsentido más amplio y también más absurdo todavía, el de unos sectores sedicentemente progresistas que insisten en que esta ha sido una reforma a medida de la patronal con la colaboración de la bajada de pantalones de los sindicatos democráticos de trabajadores.

Pero de un modo u otro, el largo y paciente esfuerzo colectivo para concertar las expectativas y las necesidades de las partes sociales en unos momentos particularmente críticos, no supone el fin de esta historia. Solo pasa que no ha habido portazo a la reforma. La puerta se mantiene abierta, ahora hay que avanzar por el otro lado, “sin miedo de lo nuevo”.