martes, 1 de febrero de 2022

ANEM PER FEINA

 


Foto histórica de un sindicalismo catalán enraizado en una perspectiva global, más allá de estrechos límites fronterizos. De izquierda a derecha: Daniel Martín, Josep Lluís López Bulla, Marcelino Camacho, Juan Ignacio Valdivieso, Paco Puerto y Alfred Clemente, en un acto público en Barcelona, hacia 1985.

 

Los parlamentarios catalanes de opciones independentistas votarán posiblemente “No” a la convalidación de la reforma laboral, porque desean una patronal catalana y unos sindicatos catalanes que firmen unos convenios colectivos redactados en catalán para un ámbito catalán, con normas distintas de las que rijan en España.

Reconozco que quedarían bonitos, pero no alcanzo a ver para qué servirían esos convenios, si no es para enmarcarlos. No existe un capitalismo catalán diferente de los demás capitalismos, ni un trabajador por cuenta ajena catalán dispuesto a tratar cuestiones relacionadas con les flors, les violes i el romaní, en lugar de los asuntos más bien áridos y fastidiosos que tienen que ver con los salarios, las condiciones laborales y los derechos y garantías concomitantes al puesto de trabajo. En el mejor de los casos, al seguir vigente (sin mayor inconveniente por parte de los partidos o plataformas catalanes concernidos) la “desregulación” actual acorde con el flujo incontenible de las finanzas globales, los salarios pagados (en b) según la Norma de corrección lingüística irían a parar a grupos de trabajadores cingaleses, mauritanos o, peor aún, chinos; y los beneficios de la explotación (también en b, libres de impuestos) acudirían con presteza a los bolsillos de capitalistas canadienses, noruegos o, peor aún, chinos.

Son los inconvenientes de querer reducir a un contexto cuasi-nacional (por expresarlo de una manera inexacta pero más o menos comprensible) una materia que forma parte de un capitalismo financiero globalizado que solo en un 0,0001 por ciento aproximadamente se expresa en catalán (es decir, en el “collons!” que se le escapa al socio residente en Matadepera de una multinacional, cuando recibe instrucciones taxativas de la sede central, por videoconferencia desde Cincinnati).

Las normas laborales de Cataluña (ni, para el caso, de ningún otro lugar), no pueden ser una “boutique con encanto”, cuando las del capitalismo financiero son un hipermercado de dimensiones mundiales. Contra la desregulación existente en España en estas materias desde que metió su nefasta zarpa en ellas M. Rajoy mediante rodillo parlamentario y sin preguntar primero a catalanes, vascos ni a la madre que le parió, es necesario ahora instalar nuevas normas inteligentes y consensuadas, amplias y profundas, capaces de aproximar todo el “pluriverso” (a mí me gusta llamarlo así) de los trabajos por cuenta ajena al concepto de «trabajo decente», puesto como paradigma mundial de lo deseable por la OIT, que es tanto como decir las Naciones Unidas.

En consecuencia, queridos amigos de ERC, anem per feina.