Foto histórica de un sindicalismo catalán enraizado en una
perspectiva global, más allá de estrechos límites fronterizos. De izquierda a derecha: Daniel
Martín, Josep Lluís López Bulla, Marcelino Camacho, Juan Ignacio Valdivieso, Paco
Puerto y Alfred Clemente, en un acto público en Barcelona, hacia 1985.
Los parlamentarios catalanes de opciones
independentistas votarán posiblemente “No” a la convalidación de la reforma
laboral, porque desean una patronal catalana y unos sindicatos catalanes que
firmen unos convenios colectivos redactados en catalán para un ámbito catalán, con
normas distintas de las que rijan en España.
Reconozco que quedarían bonitos, pero no
alcanzo a ver para qué servirían esos convenios, si no es para enmarcarlos. No
existe un capitalismo catalán diferente de los demás capitalismos, ni un
trabajador por cuenta ajena catalán dispuesto a tratar cuestiones relacionadas
con les flors, les violes i el romaní,
en lugar de los asuntos más bien áridos y fastidiosos que tienen que ver con los
salarios, las condiciones laborales y los derechos y garantías concomitantes al
puesto de trabajo. En el mejor de los casos, al seguir vigente (sin mayor inconveniente
por parte de los partidos o plataformas catalanes concernidos) la “desregulación” actual acorde con el flujo incontenible de las finanzas globales, los salarios pagados (en b) según
la Norma de corrección lingüística irían a parar a grupos de trabajadores cingaleses,
mauritanos o, peor aún, chinos; y los beneficios de la explotación (también en b, libres de impuestos) acudirían
con presteza a los bolsillos de capitalistas canadienses, noruegos o, peor aún,
chinos.
Son los inconvenientes de querer reducir a un contexto
cuasi-nacional (por expresarlo de una manera inexacta pero más o menos
comprensible) una materia que forma parte de un capitalismo financiero globalizado
que solo en un 0,0001 por ciento aproximadamente se expresa en catalán (es
decir, en el “collons!” que se le
escapa al socio residente en Matadepera de una multinacional, cuando recibe
instrucciones taxativas de la sede central, por videoconferencia desde
Cincinnati).
Las normas laborales de Cataluña (ni, para el
caso, de ningún otro lugar), no pueden ser una “boutique con encanto”, cuando
las del capitalismo financiero son un hipermercado de dimensiones mundiales.
Contra la desregulación existente en España en estas materias desde que metió su
nefasta zarpa en ellas M. Rajoy mediante rodillo parlamentario y sin preguntar primero
a catalanes, vascos ni a la madre que le parió, es necesario ahora instalar
nuevas normas inteligentes y consensuadas, amplias y profundas, capaces de
aproximar todo el “pluriverso” (a mí me gusta llamarlo así) de los trabajos por
cuenta ajena al concepto de «trabajo decente», puesto como paradigma mundial de
lo deseable por la OIT, que es tanto como decir las Naciones Unidas.
En consecuencia, queridos amigos de ERC, anem per feina.