sábado, 26 de febrero de 2022

ORIOL EL PLASTA

 


En este estado se encontraba la Biblioteca de Sarajevo en el año 1996. Quien la bombardeó no fue la OTAN, por cierto. Creo recordar que por entonces hubo un clamor de NUNCA MÁS guerras, ¿les suena?

 

Estamos de nuevo en guerra en el Occidente ilustrado y faltaría más, el personal se agolpa en las ventanillas de reclamaciones, exhibiendo los papeles que les acreditan como víctimas de violencias bélicas diversas. Oriol Junqueras ha tenido la desvergüenza de postularse como ucranio de honor, oprimido por la fuerza bruta de la autocracia anticatalana, putanesca que es casi lo mismo que putinesca.

Lo de Junqueras es un caso extremo de hasta qué extremos de hipocresía puede llegar una refinada educación jesuítica. Él se define como “buena persona” y católico practicante, cuestión que, de ser aceptada por las academias, exigiría una redefinición de lo que es “bueno”, “católico” y “practicar”. Las moscas cojoneras son asimismo practicantes asiduas y repetitivas hasta la náusea, y deben ser consideradas buenas puesto que solo revolotean en torno a su obsesión magnificada. Si alguien las acusa de obsesivas y de revolotear encerradas siempre con un solo juguete, replicarán ofendidas que no están haciendo nada malo. Junqueras, igual.

Otro adlátere de la misma cofradía de dípteros publicó ayer en Facebook una foto de Belgrado bombardeada por la OTAN. La OTAN tiene mala prensa últimamente, tanto que cuesta recordar que la actual guerra no la ha declarado ella, y tampoco hasta ahora ha emprendido operaciones de ninguna clase. Tampoco declaró la OTAN la guerra de los Balcanes; quien lo hizo fue un autócrata tan paranoico como Vladimir Putin, aunque con menos poder fáctico. El inoportunamente evocado bombardeo de Belgrado por la OTAN tuvo lugar en 1999, después de cuatro años (1992-96) de atrocidades por parte de varios bandos enfrentados a muerte. Entre esas atrocidades fueron muy fotografiados los repetidos bombardeos serbios sobre la población de Sarajevo, que llegaron a los extremos de atacar con fuego de mortero un mercado, y destruir hasta los cimientos una biblioteca, representación simbólica de la cultura no concordante que se quería erradicar.

Slobodan Milosevic tuvo derecho a un juicio justo ante un tribunal europeo de derechos humanos. También lo tiene Putin, aunque es muy improbable que llegue a responder de sus actos ante un tribunal democrático de las jerarquía que sea.

No hay comparación posible, sin embargo, entre ellos dos y el Cardenal Mazarino, alias Oriol el Plasta. Él nunca ha hecho nada malo.