En este estado se encontraba la Biblioteca de Sarajevo en
el año 1996. Quien la bombardeó no fue la OTAN, por cierto. Creo recordar que
por entonces hubo un clamor de NUNCA MÁS guerras, ¿les suena?
Estamos de nuevo en guerra en el Occidente
ilustrado y faltaría más, el personal se agolpa en las ventanillas de
reclamaciones, exhibiendo los papeles que les acreditan como víctimas de violencias
bélicas diversas. Oriol Junqueras ha tenido la desvergüenza de postularse como
ucranio de honor, oprimido por la fuerza bruta de la autocracia anticatalana,
putanesca que es casi lo mismo que putinesca.
Lo de Junqueras es un caso extremo de hasta qué
extremos de hipocresía puede llegar una refinada educación jesuítica. Él se
define como “buena persona” y católico practicante, cuestión que, de ser
aceptada por las academias, exigiría una redefinición de lo que es “bueno”, “católico”
y “practicar”. Las moscas cojoneras son asimismo practicantes asiduas y
repetitivas hasta la náusea, y deben ser consideradas buenas puesto que solo
revolotean en torno a su obsesión magnificada. Si alguien las acusa de obsesivas
y de revolotear encerradas siempre con un solo juguete, replicarán ofendidas
que no están haciendo nada malo. Junqueras, igual.
Otro adlátere de la misma cofradía de dípteros publicó
ayer en Facebook una foto de Belgrado bombardeada por la OTAN. La OTAN tiene
mala prensa últimamente, tanto que cuesta recordar que la actual guerra no la
ha declarado ella, y tampoco hasta ahora ha emprendido operaciones de ninguna
clase. Tampoco declaró la OTAN la guerra de los Balcanes; quien lo hizo fue un autócrata
tan paranoico como Vladimir Putin, aunque con menos poder fáctico. El inoportunamente
evocado bombardeo de Belgrado por la OTAN tuvo lugar en 1999, después de cuatro
años (1992-96) de atrocidades por parte de varios bandos enfrentados a muerte. Entre
esas atrocidades fueron muy fotografiados los repetidos bombardeos serbios
sobre la población de Sarajevo, que llegaron a los extremos de atacar con fuego
de mortero un mercado, y destruir hasta los cimientos una biblioteca, representación
simbólica de la cultura no concordante que se quería erradicar.
Slobodan Milosevic tuvo derecho a un juicio justo
ante un tribunal europeo de derechos humanos. También lo tiene Putin, aunque es
muy improbable que llegue a responder de sus actos ante un tribunal democrático
de las jerarquía que sea.
No hay comparación posible, sin embargo, entre
ellos dos y el Cardenal Mazarino, alias Oriol el Plasta. Él nunca ha hecho nada
malo.