Ingrid Bergman, cabeza de cartel en el biopic dedicado retrospectivamente
a Isabel Ayuso.
No me hagan caso, por favor. Cliquen en cualquier otro sitio web,
hoy estoy de malas, lo advierto con toda lealtad.
Necesitamos un PP a poder ser corrupto, para hacer resaltar nuestra superioridad moral. A poder ser roto, de modo que nuestras profundas grietas parezcan por contraste meras arrugas debidas a la usura del tiempo. A poder ser torpe, infame, ruin y codicioso, defectos que no son los nuestros salvo en mínima parte.
Un PP tal y como providencialmente nos ha sido
dado en esta hora de tribulación. Toquemos madera, la bronca exhibida con
profusión barroca por el PP deja oculto detrás de una bambalina decorativa el
desmoronamiento rápido y contundente de una “izquierda a la izquierda”, en
parte sobrevenida en fecha reciente, y en otra parte fruto de un largo proceso
de descomposición en capillas y banderías, todas las cuales reclaman su porción
legítima de la herencia paterna.
Demos gracias rendidas al espectáculo operístico
del PP, a esa “Giovanna d’Arco al rogo” admirablemente
interpretada por una Ingrid llena de fuego y de bravura en el aria “Io per il mio frattello ammazzo!”
Núñez Feijoo reclama un congreso extraordinario
para discutir serenamente las opciones: “O Pablo o Isabel, S.A.O.C. (Salvo Alguna
Otra Cosa)”. Sí, por favor, la audiencia superará a la movilizada por la
herencia de Paquirri. Será la comidilla de la actualidad, tendrá pendientes de
su vaivén a todos los medios, abrirá los telediarios y ocupará todos los
resquicios de las portadas.
Mientras tanto nosotros, herederos de todas las
revoluciones y de todas las comunas, dispondremos de la tranquilidad suficiente
para seguir reclamando sotto voce un
análisis serio en profundidad de nuestros resultados electorales, y perseveraremos
incansables en la ardua búsqueda de cotufas en el golfo.
Imagen prospectiva del inminente Congreso extraordinario del PP (“Fête galante”, de Antoine Watteau).