miércoles, 2 de marzo de 2022

NO PREGUNTES POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS

 


La torre de la televisión de Kíev, alcanzada por las bombas.

 

Estoy bastante cansado de escribir sobre este tema. Cansado, de hecho, de escribir sobre cualquier tema. Pero el caso es que sigue la guerra en Ucrania. Amigos comentan que nunca se detuvo a un autócrata solo con medidas económicas, pero no indican qué otras medidas proponen para el caso. Implícito en este conflicto está el riesgo de una escalada catastrófica. Querer la paz es también impedir que la guerra se extienda. Y no tenemos a nuestra disposición una gran panoplia de medidas. El “No a la OTAN”, con ser una medida teóricamente juiciosa, lamentablemente no sirve de nada en el contexto. Algunos alegan que el Pacto de Varsovia sí se disolvió. ¿Lo creen de verdad? ¿Dónde quedan entonces los conflictos de Chechenia, Nagorno Karabaj, Azerbaiyán y otros países caucásicos, el Asia central? ¿En qué contexto geopolítico se sitúa esto de Ucrania?

Sigue habiendo un reparto del mundo globalizado en zonas de influencia: “No te metas en mi patio trasero, o me meteré yo en el tuyo.” Eso explica Palestina, o Venezuela, pero también la resurrección de la URSS por otras vías.

Son monstruos que emergen en la penumbra de un mundo que expira y otro que pugna por nacer. Lo cual explica la necesidad urgente de una Federación política europea, con una acción exterior propia, diseñada democráticamente desde abajo. Porfiamos en ese intento, mientras los indignados de turno gesticulan y nos gritan (una vez más) por qué no hacemos nada.

Mientras tanto, sigue siendo cierto que ningún hombre es una isla, como explicó John Donne, que nos regaló además el consejo de no mandar a preguntar por quién doblan las campanas: están doblando por todos nosotros.

 


Flores.