Carátula
del DVD de la película “El hotel de los líos”, de los Hermanos Marx.
De la judicialización de la política vamos derivando con
paso firme y seguro a la de la antipolítica. Nuestros “patriotas” de diferentes
derechas, todas ellas sagradas, andan alerta para ver cómo esquivan las
embestidas que les vienen de juzgados de diversa jerarquía y origen, unos de
España y otros del extranjero.
Por poner un ejemplo bien conocido, Laura Borràs está como
está, pendiente de un hilo que puede dejar a los Junts todavía más desamparados
de fuero y de huevo. Cuando le llegue la sentencia, previsiblemente
condenatoria, de su bonito caso de corrupción “de libro”, habrá de dejar la
presidencia del Parlament, último bastión de su grupo en las instituciones
catalanas. Elisenda Paluzíe, alma inquieta si las hay, se propone llegado el
caso irrumpir en la liza, inscribiendo a su ANC como partido político,
presentándose a elecciones referendarias, y desatando a los CDR de cualquier
compromiso de moderación. Lo cual supondría una leve enmienda a lo cantado por
el poeta Bernardo López sobre el Dos de Mayo: «¡Guerra!, gritó ante el altar
/ la Paluzíe con ira…», etc.
(“Tiemblen después de haber reído”, como
sugería la revista satírica La Codorniz en su última página.)
Sobre la sede del PP en la calle Génova está todo dicho,
visto y sentenciado. “Nosotros no estamos aquí”, declaró solemnemente Pablo
Casado como colofón de la causa. Lo dijo desde una Génova reformada en B, para
separar de forma drástica el partido de la sede del partido, en la cual el
partido sigue realizando sus tareas diarias de partido sin impedimento alguno por
parte de los agentes de la justicia, hasta que lleguen las calendas griegas y el
asunto tenga alguna desembocadura, sea esta la que fuere.
Si no entienden bien el problema, no se preocupen; el 97,8%
de los españoles ven reconocida su razón cuando demandan justicia a los
tribunales, como se nos recuerda hoy mismo en el blog vecino de José Luis López Bulla. El pleito de
Génova iría incluido en ese porcentaje, pero también en otro no tan bien conocido,
por el cual un tanto por ciento de los condenados en estrados se pasan la sentencia por el
forro de los pantalones. Sería pedagógico conocer ese porcentaje no muy
aireado.
(Si buscan más información sobre la “anomalía” de la sede
de Génova, les recomiendo el visionado de una película de los Hermanos Marx,
titulada “El hotel de los líos”. Allí queda todo explicado ce por be.)
El caso de Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario
de Vox, es parecido. Él y su señora doña Rocío Monasterio se reformaron una
vivienda de cinco plantas en el barrio señorial de Chamartín de la Rosa, en
Madrid, actuando bajo la personalidad jurídica de una sociedad interpuesta. A
la hora de pagar la factura, la sociedad se disolvió y si te he visto no me
acuerdo. La constructora demandó a don Iván, y este fue condenado a pagar en
varias sentencias sucesivas que fueron recurridas en debida forma hasta llegar
al Supremo, que también le ha condenado a pagar el principal, las costas y las
demoras. A la vista de la inacción absoluta del condenado, el Supremo ha
ordenado embargar su sueldo de parlamentario, más de ocho mil euros mensuales,
dado que el embargo ya ejercido sobre sus cuentas corrientes no da de sí para
hacer frente a la deuda. Siguiendo las prescripciones de la ley, el condenado
deberá recibir de su salario nominal una cantidad equivalente al salario mínimo
interprofesional. Sí, aquello a cuyo incremento se opuso Vox en su momento, con
todas sus energías.
(El único comentario conocido hasta ahora de don Iván es
que él sí quiere pagar, pero nadie le ha indicado hasta ahora dónde debe
hacerlo. Créanlo o no.)
Y por último, last but no least, tenemos el caso del
ciudadano Juan Carlos Borbón y Borbón, que propone una parábola algo distinta
pero asimismo ejemplar. Aquí el desencadenante del lío fue un fiscal suizo que
descubrió hace años, en manos de la mujer de negocios Corinna Larsen, una
pelota de 65 millones de euros procedente sin la menor duda de una cuenta secreta suiza
a nombre del Ex por antonomasia. Alguna explicación se tenía que dar, y los
implicados concordaron en que se trataba de un regalo romántico del Emérito
inmune a su amiga del alma. El fiscal se vio forzado a dar marcha atrás, pero
entonces Corinna se atuvo a la versión oficial: “Santa Rita, lo que se da no se
quita”, dijo, y a pesar de amenazas bastante poco caballerosas por parte de la
primera parte contratante, no devolvió el dinero y además denunció al Borbón por acoso
ante la justicia británica.
Los tribunales británicos tienen en casa su propia familia
real con todos sus bemoles, de modo que no se han sentido intimidados por los
apellidos del encausado, y han decidido que su inmunidad constitucional no es
aplicable al caso.
(Qué vergüenza, la judicatura británica. El señor Lesmes se
rasgará la toga un día de estos, y tendremos todos un disgusto porque se trata
de una toga de seda, de primera calidad y altísimo precio.)
Y mientras ocurre todo esto, y más que me callo, los
ciudadanos seguimos esperando un gesto del señor Feijoo, flamante jefe de la
oposición leal, para renovar un poder judicial que lleva ya más años caducado
que el canalillo.
Feijoo ha criticado en fecha reciente la inactividad
vergonzosa del presidente Sánchez frente a la crisis. Sería hora de que diese
un paso al frente y se aplicara el cuento a sí mismo. ¿Se juegan algo a que no
lo hará?