lunes, 21 de marzo de 2022

DA CAPO

 


Homenaje al Día del Padre: Carmen y su orgulloso papá en una fecha imprecisa, y en las proximidades de Argentona, Maresme. 


«¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!» Es la advertencia de Hamlet, después de la aparición de la Sombra que le ha revelado los pormenores crudos de la muerte de su padre.

Convendría tener en cuenta la advertencia en un momento en que las cosas no soñadas del cielo y de la tierra amenazan con desbordarnos. Hemos vuelto de Kant a Hobbes, según expresión feliz de un articulista; es decir, de la idea de una democracia universal, a las imposiciones limitativas del viejo Leviatán. Se desatan los temores, pero en esta tesitura nadie renuncia a sus planteamientos anteriores y cada cual porfía por mantener encendidas las candelas ofrendadas en el altar de dioses menores.

Primero fue la crisis de Lehman Brothers; luego, el coronavirus; luego aún, el rebrote de la ultraderecha bajo nuevas formas; ahora, la guerra de Putin, que cumple en la fecha de hoy su vigésimo sexto día, sin perspectivas claras de acuerdo y con peligros evidentes de expansión descontrolada.

Para muchos, se trata de problemas aislados y susceptibles de soluciones diferenciadas: la austeridad presupuestaria, la vacunación masiva, el cordón sanitario a los ultras, las sanciones económicas a Rusia, el reforzamiento de la OTAN y de las soluciones militares en el llamado mundo libre.

Es el modo “Hobbes” de tratamiento de la realidad. Otro método para abordar la crisis, que se viene proponiendo con suerte variable pero hasta ahora siempre minoritaria, sería el modo “Kant”: impulsar el imperio de la ley, fortalecer la igualdad entre las personas y las naciones, promover la cooperación, abandonar las “pequeñas virtudes” de las que nos habló Natalia Ginzburg, y dejar de adorar de forma incondicional a los “dioses de las pequeñas cosas” a los que se refirió Arundhati Roy.

Todo lo cual nos exigiría trabajar en un replanteamiento a fondo de las cuestiones colocadas sobre el tapete. La Paz, como bien general de primer orden, lo primero; Europa unida, como nudo de interrelaciones y centro de iniciativas hacia fuera, después; la posición relativa del resto de sujetos geopolíticos y sus perspectivas de colaboración interesada o desinteresada, como pieza final pero nunca olvidable en el trayecto (en este sentido, intuyo que va el post publicado esta misma mañana por José Luis López Bulla sobre la actitud de China en la guerra ucrania).

Lo decía el consejero Patronio al Conde Lucanor, en la obra del infante Don Juan Manuel, hace ya un porrón de siglos: «Quien no cata los fines, hará los principios errados.»

En consecuencia, sería urgente frenar las inercias de la diplomacia al uso en el escenario internacional, y ensayar planteamientos nuevos y compartidos para abordar tantas y tan graves crisis interconectadas. Desde el principio. «Da capo», como pide el director a la orquesta en un ensayo.