Homenaje al Día del Padre: Carmen y su orgulloso papá en una fecha imprecisa, y en las proximidades de Argentona, Maresme.
«¡Hay más cosas en el cielo y en la tierra,
Horacio, de las que ha soñado tu filosofía!» Es la advertencia de Hamlet,
después de la aparición de la Sombra que le ha revelado los pormenores crudos de
la muerte de su padre.
Convendría tener en cuenta la advertencia en un momento en
que las cosas no soñadas del cielo y de la tierra amenazan con desbordarnos.
Hemos vuelto de Kant a Hobbes, según expresión feliz de un articulista; es
decir, de la idea de una democracia universal, a las imposiciones limitativas del
viejo Leviatán. Se desatan los temores, pero en esta tesitura nadie renuncia a sus
planteamientos anteriores y cada cual porfía por mantener encendidas las
candelas ofrendadas en el altar de dioses menores.
Primero fue la crisis de Lehman Brothers; luego, el
coronavirus; luego aún, el rebrote de la ultraderecha bajo nuevas formas;
ahora, la guerra de Putin, que cumple en la fecha de hoy su vigésimo sexto día, sin
perspectivas claras de acuerdo y con peligros evidentes de expansión
descontrolada.
Para muchos, se trata de problemas aislados y susceptibles
de soluciones diferenciadas: la austeridad presupuestaria, la vacunación
masiva, el cordón sanitario a los ultras, las sanciones económicas a Rusia, el reforzamiento de la OTAN y de las
soluciones militares en el llamado mundo libre.
Es el modo “Hobbes” de tratamiento de la realidad. Otro método
para abordar la crisis, que se viene proponiendo con suerte variable pero hasta
ahora siempre minoritaria, sería el modo “Kant”: impulsar el imperio de la ley,
fortalecer la igualdad entre las personas y las naciones, promover la
cooperación, abandonar las “pequeñas virtudes” de las que nos habló Natalia
Ginzburg, y dejar de adorar de forma incondicional a los “dioses de las pequeñas
cosas” a los que se refirió Arundhati Roy.
Todo lo cual nos exigiría trabajar en un replanteamiento a
fondo de las cuestiones colocadas sobre el tapete. La Paz, como bien general de
primer orden, lo primero; Europa unida, como nudo de interrelaciones y centro de
iniciativas hacia fuera, después; la posición relativa del resto de sujetos
geopolíticos y sus perspectivas de colaboración interesada o desinteresada,
como pieza final pero nunca olvidable en el trayecto (en este sentido, intuyo
que va el post publicado esta misma mañana por José Luis López Bulla sobre la
actitud de China en la guerra ucrania).
Lo decía el consejero Patronio al Conde Lucanor, en la obra
del infante Don Juan Manuel, hace ya un porrón de siglos: «Quien no cata los
fines, hará los principios errados.»
En consecuencia, sería urgente frenar las inercias de la
diplomacia al uso en el escenario internacional, y ensayar planteamientos
nuevos y compartidos para abordar tantas y tan graves crisis interconectadas. Desde
el principio. «Da capo», como pide el director a la orquesta en un
ensayo.