Ya están colocadas
las decoraciones navideñas en el centro de Atenas, y las familias acuden en
masa para verlas. En el centro de la plaza Sintagma (pronunciar Síndagma) refulge un barco de vela
transparente y cuajado de pequeñas bombillas. Aquí Papá Noel no viene en trineo,
sino en un barco cargado de regalos. Tampoco se llama Papá Noel sino San
Nicolás, nombre que antecede en varios siglos y se corresponde con el Santa
Claus americano. Los nicolases con barbas blancas postizas y vestidos de rojo
con botas negras y capuchón puntiagudo recorren la plaza para recoger las
cartas que les traen los niños. Sigue habiendo policía aparcada en las
cercanías, pero es mucho menos visible. El ambiente es de fiesta, de fiesta
consumista, como en cualquier otra capital europea.
El candidato a
presidente Stavros Dimas solo obtuvo 160 votos favorables en la primera de las
votaciones previstas en la Vuli (el parlamento). Cuarenta menos de los que
necesitaba en primera instancia para ser elegido; veinte menos de los que
necesitará el próximo día 29, cuando la mayoría cualificada se rebaje de los
dos tercios a los tres quintos para la votación decisiva.
Ganar veinte votos a
una oposición hostil se antoja un mundo. En un programa televisivo de sátira el
showman de turno vestido de nicolás leía las cartas de los niños: «Como me he
portado bien y he sido bueno todo el año, te pido como regalo de Navidad veinte
votos de diputados de la oposición. Firmado, Andonis Samarás.» Removía entonces
el fondo del saco, entre muñecas, patinetes, camiones y barras de caramelo,
cada vez más preocupado. Por fin, se dirigía al público con una gran sonrisa: «No
quedan votos disponibles de diputados, pero traeremos al pequeño Andonakis
¡¡unas preciosas elecciones anticipadas!!»
Las opiniones sobre
lo que ocurrirá el día 29 están divididas. Los eternos pesimistas sospechan que
Samarás guarda una carta de triunfo escondida en la manga. Se habla de un nuevo
candidato de consenso, un “tapado”. Se apunta para ello a los diputados de
Izquierda Democrática, pero solo son diez. Convencer a Amanecer Dorado (una
parte del grupo parlamentario fue a votar el otro día directamente desde
prisión, con un permiso especial. Votaron en contra) parece misión imposible:
ellos están violentamente en contra de una mayoría de izquierdas, pero también
están violentamente en contra de la Unión Europea. Así pues, no se sabe bien de
dónde pueden salir los números, pero muchos siguen convencidos de que los
números cuadrarán.
La opinión
contraria la sostienen, no los optimistas (no quedan ya optimistas en Grecia)
sino los tremendistas. Según ellos, Samarás quiere
perder la elección presidencial. La razón es que aspira a seguir con vida.
Cuando después de las fiestas vuelva a presentarse la troika para discutir la
última partida del rescate, de seguir en su puesto no tendría más opción que
asumir la nueva tanda de “reformas”… y morir a continuación, cualquier
atardecer invernal, entre dos luces, linchado por una multitud airada. La
alternativa que manejan los tremendistas es que se echará elegantemente a un
lado y dejará a Alexis Tsipras, con las arcas del tesoro vacías y sin amigos en
el establishment financiero, a los
pies de los caballos.