«La crisis ya es
historia», ha dicho Mariano Rajoy muy ufano, en la
clausura de un encuentro empresarial. La estupenda declaración ha sido acogida por
el auditorio no ya con indiferencia, sino con un asomo de rechifla. «Otra vez
en las mismas», ha exclamado un asistente abrumado, y enseguida ha pedido a los
periodistas que cubrían el acto un respeto para su anonimato. Aquí todos se
acuerdan de cuando el boss regresó de
Brisbane con muy parecidas albricias: «En el G-20 están encantados todos con
nuestras reformas.» Pocos días más tarde llegaba el enésimo capón de Bruselas
sobre nuestras reformas.
Llueve sobre
mojado. A algunos, la simple mención de los brotes verdes y la luz al final del
túnel les provoca una taquicardia. Cada dos meses estamos saliendo de la crisis
de boquilla, y luego tienen que personarse ante los micrófonos de los medios De Guindos o Sáenz de
Santamaría para recoger velas. Esta vez las cosas han ido un poco más
lejos de lo habitual, y Jesús Posada, interrogado
al respecto, ha admitido que tal vez la apreciación del presidente es un poco
exagerada.
Tal vez, en efecto.
La Bolsa se ha dejado un 7% esta semana, la deuda pública ha dado un nuevo
salto adelante hasta el 96,8% del PIB, el IPC desciende hasta un 0,4% en
cómputo anual, y Bruselas alerta sobre la fragilidad de nuestra banca
sobradamente rescatada. Cabe concluir que ese hombre no se entera, o bien que está
recitando un mantra por recomendación de su siquiatra, y tanto daría que recitase
el «Jesusito de mi vida».
Mariano se ha sentido defraudado al darse cuenta de que la
estupenda noticia que traía para todos los españoles era recibida con la misma
frialdad que un chorro de güisqui al verterse en un vaso ancho cargado de
hielo. «Soraya, di algo, apóyame», telefoneó a su favorita por el teléfono rojo.
La vicepresidenta acudió con un suspiro de hartazgo a la rueda de prensa
correspondiente, y puntualizó la información de su jefe de filas por medio de
dos declaraciones que podríamos calificar de templadas, como mínimo. La primera
de ellas: «La economía ha cambiado de ciclo.» Sin precisar en qué sentido. Dejando
en el aire la sugerencia de una posible continuación machadiana: «Nadie sabe
cómo ha sido.»
La segunda
declaración de Santamaría, sin embargo, ha sido menos
etérea y mucho más consistente, aunque también cargada de ambigüedad: «Hace
tres años, muchos no pensaban que estaríamos donde estamos.» En efecto, la
afirmación no tiene vuelta de hoja. Hace tres años el Partido Popular consiguió
la confianza de una mayoría absoluta de los votantes en las elecciones
generales.