Cuando el
editorialista anónimo de El País de hoy escribe «Alexis Tsipras es el primer responsable del fiasco del pacto en el
rescate griego», debería ser consciente de algo que se ha repetido en todos
los tonos, últimamente, en relación con un asunto distinto. A saber, que los
límites del humor negro se sitúan allí donde se está causando dolor a otras
personas.
Se está llamando “negociación”
a la ceremonia del escarmiento; se está culpabilizando a las víctimas; se están
predicando recetas de austeridad a un país que no puede físicamente
soportarlas, después de ocho años de fracasos repetidos y consistentes de la
austeridad como remedio anticrisis.
Muchos economistas serios
insisten día tras día en que lo que se está haciendo es una barbaridad. Incluso
Obama ha llamado discretamente la atención de los estamentos europeos, en el
sentido de que no es el mejor camino. Ni caso. Van ciegos sobre su presa.
Se está imponiendo
toda una doctrina anacrónica de las causas y las consecuencias de la crisis sin
argumentos ni explicaciones. Se culpabiliza a Grecia desde el menfotismo y la
soberbia intelectual (algo esto último de lo que se acusó, ironía suprema, ¡a
Varoufakis!) Había unas líneas rojas en la posición inicial expresada por
Tsipras, y todo el esfuerzo de los negociadores se ha dirigido a obligarle a
romper esas líneas rojas. Había otras ofertas a modo de contrapartidas; se han
ignorado o ninguneado.
El límite de ese
juego sádico lo marca el desconocido editorialista cuando da como razón de la
postura de Tsipras los problemas internos de su partido: «Si
la coalición de Tsipras tiene problemas internos, la forma más desleal de
dirimirlos es no asumirlos con entereza y, al contrario, trasladarlos a la
sociedad para que sea esta la víctima de la bipolaridad.»
Se puede ser más canalla aún en el análisis, pero es difícil; el listón ha
quedado colocado muy arriba.
El referéndum resulta ser ahora, no un
instrumento democrático, no la llamada a la sociedad civil a adoptar conjuntamente
una decisión difícil en un aprieto considerable, sino el recurso tramposo de un
gobierno para eludir sus responsabilidades. Nueva Democracia, el PASOK y el
saltimbanqui KKE acudieron de inmediato al presidente de la república para que
anulara la convocatoria del referéndum anunciado por Tsipras. La Vuli votó de
forma distinta. El editorialista de El País – y no es el único, por lo que he
podido ver en un repaso a la prensa – parece convencido de que el funcionamiento
de la democracia descansa tan solo en las decisiones del poder ejecutivo. Así
nos va, en España (donde hay posibilidades ciertas de remediar siquiera en
parte la situación en los próximos comicios) como en la Unión Europea, donde
los pueblos han desaparecido por completo para dar paso a un extraño ballet de
facinerosos de nombres impronunciables que toman ellos solos decisiones que
afectan a todos.
Estoy en Atenas en estos momentos. Invito al
editorialista de El País de hoy a darse un paseo por aquí y ver con sus propios
ojos el dolor inmenso que provoca siempre la injusticia. No le harán falta
guías ni lazarillos; él mismo podrá ver lo que hay que ver. Quizás entonces se
dé cuenta de que hay bromas que conviene evitar en una sociedad civilizada.
Bromas crueles.