viernes, 12 de junio de 2015

CREACIÓN DE DESEMPLEO


Carmen y yo somos asiduos de los conciertos de l’Auditori. En mi caso, la pérdida auditiva ha multiplicado la añoranza por la gran música oída en directo, lo que me evita las pequeñas distorsiones generadas en mis audífonos en la reproducción por medios eléctricos. Es  uno de los lujos, pequeños en cuanto al precio, enormes en la satisfacción que me producen, de los que no estoy dispuesto a prescindir.
A partir del 30 de abril nos hemos visto acompañados a la entrada y la salida de las audiciones por los chicos y chicas del servicio de acomodación y personal de sala, que montaban mesas de firmas y repartían octavillas sobre la huelga indefinida que están protagonizando. Además de firmar en solidaridad con sus reivindicaciones y de aportar pequeños donativos para la caja de resistencia, hemos charlado con ellos y ellas cuando teníamos algún margen de tiempo antes del inicio del concierto. Much@s son estudiantes de música, gente con simpatía y predisposición hacia quienes formamos los auditorios habituales de esas expresiones artísticas.
El sábado 9 de mayo, en un concierto de la OBC, después de que dos huelguistas colocados delante del escenario mostrasen durante un tiempo muy breve una pancarta en demanda de solidaridad, un responsable de la empresa salió al proscenio con la intención de pedirnos “disculpas” por la situación. Fue abucheado ruidosamente por toda la sala y desapareció sin llegar a explicarse. El jueves siguiente los mossos realizaron una exhibición innecesaria de músculo contra un piquete pacífico. Una trabajadora fue despedida, acusada de violencia.
A partir del 4 de junio la huelga indefinida se ha extendido de l’Auditori al Gran Teatre del Liceu. El sindicato que organiza esa resistencia tenaz es el SUT (Solidaridad y Unidad de los Trabajadores), más en concreto la sección sindical de Manpower Group Solutions, una empresa de trabajo temporal.
El servicio de acomodación no ha sido objeto de ninguna clase de suplencia durante la huelga; quienes guardan la entrada son personas de uniforme de una compañía privada de seguridad, que echan un vistazo distraído a las entradas que les enseñamos. Nadie guía a los espectadores en el interior, cada cual busca su butaca y se acomoda por sus propios medios. No sé de qué modo resolverían los empleados de seguridad posibles conflictos, porque quienes acudimos a ese tipo de actos somos por lo general personas altamente civilizadas, con tendencia a ayudar a quien se haya perdido o haya sufrido algún percance o problema.
La cuestión de fondo en este caso es la adjudicación por la empresa del servicio a través de unas subcontratas anuales o bianuales a las que concurren diversas ETTs que compiten entre ellas presentando presupuestos más y más bajos. Lo cual ha llevado a una degradación acelerada de la prestación: en los cinco últimos años la presencia de acomodadores en las salas se había reducido en un 62%, las jornadas se limitaban a hora y media escasa, y los salarios se habían empequeñecido incluso más en proporción. Esas no son condiciones de trabajo, ni dignas ni indignas: son simple desvergüenza.
El asunto me ha hecho recordar una observación del profesor Vicenç Navarro, que señala la creación de desempleo como una estrategia neoliberal. He dicho bien: creación de desempleo, no de empleo.
Me refiero a la falsa paradoja de facilitar a los empresarios el despido como medio sedicente para crear empleo. No se trata de un arte de birlibirloque, hay una coherencia de fondo en el asunto que se resume para el empleador en la famosa frase de “El padrino”: «Voy a hacerte una propuesta que no vas a poder rechazar.»
El subempleo infraasalariado e infracualificado como ejército permanente de reserva es un submundo prodigiosamente rentable para los dadores de empleo porque facilita el recambio permanente de fuerza de trabajo “abstracta”, minimizando los costes. En condiciones de pleno empleo o de bajo nivel de desempleo, ese recambio permanente no es posible, o por lo menos no es posible a costes tan bajos. Esa es la razón última que conduce a crear desempleo. A la larga renta, y además los minijobs salen resultones en las estadísticas, puesto que computan en ellas igual que un empleo fijo.
El Liceu y l’Auditori son, aparte otras consideraciones, entidades ciudadanas ligadas al prestigio cultural de Barcelona y que reciben por ello algún tipo de financiación o subvención del Ayuntamiento. Sin pretender ni mucho menos agobiar a nuestra nueva alcaldesa y a su equipo de gobierno, me atrevo a pedirles que dediquen alguna atención a este problema, menor en relación con otros muchos que tienen sobre la mesa, pero también sin duda más fácil de solucionar.