Cuando leí, hace ya
algunos años, el libro Una historia de
Dios (Paidós 1995, trad. de Ramón Alfonso Díez Aragón), pensé que Karen Armstrong había hecho con las religiones la
misma operación que Karl Marx con la filosofía
idealista de Hegel: les había dado la vuelta, porque solíamos verlas cabeza
abajo, y las había plantado con los pies en el suelo.
Hoy viene en el “Babelia”
una excelente entrevista con Armstrong, firmada por Ricardo de Querol. Las
preguntas son oportunas, las respuestas contundentes. No hay desperdicio a lo
largo de la entrevista, todo alimenta. El único fallo, eso sí, clamoroso, es el
titular. El titular dice: «Nuestro laicismo está pasado de moda.» No es solo
que la frase haya sido extraída con fórceps de su contexto. Es que la frase en
sí es tonta. Es difícil encontrar otra frase más tonta todavía como cabecera de
una entrevista tan buena, pero puedo proponerles una: «La aparición del compact
disc ha dejado obsoleto a Dios.» Eso también se dice (de alguna forma, en algún
sentido) en la entrevista; escoger la frase como titular del conjunto sería
peor que frivolidad: pura necedad.
Vamos entonces a las
afirmaciones centrales. La principal: la religión es una creación humana. No
desciende de arriba, se proyecta desde abajo. Es una proyección de la mente del
hombre, de su personalidad, de su deseo de trascendencia. Es una proyección
positiva. Como pueden serlo también el sexo, el arte o la gastronomía, dice
Armstrong. Y de la misma manera que ocurre con esas otras tres realidades, hay religiones
buenas e incluso muy buenas, y otras malas, e incluso muy malas. La bondad y la
maldad no están en principio en la estructura misma de las religiones en
cuestión, sino en la forma como se utilizan.
Es preferible
entonces que las personas comprendan e integren en su proceso educativo la naturaleza
y los fines genéricos a los que sirven las religiones. La ignorancia y la prohibición
son contraproducentes, porque una mala comprensión puede ser desastrosa.
Armstrong señala que algunos reclutas del Estado Islámico llevaban en su
equipaje un ejemplar de “El islam para tontos”. Eso viene a ser una prueba a
posteriori de su capacidad de interpretación de los preceptos coránicos. Pero
en tiempos de crisis, cada cual se agarra a las certezas precarias que puede
encontrar.
En cuanto a la
Biblia, Armstrong excluye que se trate de textos revelados, que desarrollen un
relato coherente y científicamente comprobable, que estén libres de
contradicciones internas. La Biblia, dice, es un pack para principiantes, una colección de rudimentos para quien aspire
a refinar en un nivel superior su experiencia religiosa.
Hay tres afirmaciones
más en la entrevista que en mi opinión merecen ser destacadas y subrayadas. Ahí
van:
«Todas
las tradiciones tienen que evolucionar constantemente para decir algo y tener
sentido para la gente muchos siglos después. Las religiones tienen que
evolucionar o están muertas.»
Pretender que la
religión de uno es la única verdadera «es
ego humano. Como cuando decimos que nuestro país es el mejor.»
«Creo
que esa [separar religión y política] es una buena idea, y es una buena idea para
la religión. Porque una vez que la religión tiende lazos con los aparatos del
Estado, pierde muchos de sus ideales.»