sábado, 20 de junio de 2015

LA BIBLIA ES UN PAQUETE PARA PRINCIPIANTES


Cuando leí, hace ya algunos años, el libro Una historia de Dios (Paidós 1995, trad. de Ramón Alfonso Díez Aragón), pensé que Karen Armstrong había hecho con las religiones la misma operación que Karl Marx con la filosofía idealista de Hegel: les había dado la vuelta, porque solíamos verlas cabeza abajo, y las había plantado con los pies en el suelo.
Hoy viene en el “Babelia” una excelente entrevista con Armstrong, firmada por Ricardo de Querol. Las preguntas son oportunas, las respuestas contundentes. No hay desperdicio a lo largo de la entrevista, todo alimenta. El único fallo, eso sí, clamoroso, es el titular. El titular dice: «Nuestro laicismo está pasado de moda.» No es solo que la frase haya sido extraída con fórceps de su contexto. Es que la frase en sí es tonta. Es difícil encontrar otra frase más tonta todavía como cabecera de una entrevista tan buena, pero puedo proponerles una: «La aparición del compact disc ha dejado obsoleto a Dios.» Eso también se dice (de alguna forma, en algún sentido) en la entrevista; escoger la frase como titular del conjunto sería peor que frivolidad: pura necedad.
Vamos entonces a las afirmaciones centrales. La principal: la religión es una creación humana. No desciende de arriba, se proyecta desde abajo. Es una proyección de la mente del hombre, de su personalidad, de su deseo de trascendencia. Es una proyección positiva. Como pueden serlo también el sexo, el arte o la gastronomía, dice Armstrong. Y de la misma manera que ocurre con esas otras tres realidades, hay religiones buenas e incluso muy buenas, y otras malas, e incluso muy malas. La bondad y la maldad no están en principio en la estructura misma de las religiones en cuestión, sino en la forma como se utilizan.
Es preferible entonces que las personas comprendan e integren en su proceso educativo la naturaleza y los fines genéricos a los que sirven las religiones. La ignorancia y la prohibición son contraproducentes, porque una mala comprensión puede ser desastrosa. Armstrong señala que algunos reclutas del Estado Islámico llevaban en su equipaje un ejemplar de “El islam para tontos”. Eso viene a ser una prueba a posteriori de su capacidad de interpretación de los preceptos coránicos. Pero en tiempos de crisis, cada cual se agarra a las certezas precarias que puede encontrar.
En cuanto a la Biblia, Armstrong excluye que se trate de textos revelados, que desarrollen un relato coherente y científicamente comprobable, que estén libres de contradicciones internas. La Biblia, dice, es un pack para principiantes, una colección de rudimentos para quien aspire a refinar en un nivel superior su experiencia religiosa.
Hay tres afirmaciones más en la entrevista que en mi opinión merecen ser destacadas y subrayadas. Ahí van:
«Todas las tradiciones tienen que evolucionar constantemente para decir algo y tener sentido para la gente muchos siglos después. Las religiones tienen que evolucionar o están muertas.»
Pretender que la religión de uno es la única verdadera «es ego humano. Como cuando decimos que nuestro país es el mejor.»
«Creo que esa [separar religión y política] es una buena idea, y es una buena idea para la religión. Porque una vez que la religión tiende lazos con los aparatos del Estado, pierde muchos de sus ideales.»