martes, 2 de junio de 2015

LA VIDA COMO MEDIO DE VIDA


Hay un sesgo perverso en el comportamiento de la economía neoliberal que consiste en abordar los problemas colectivos desde la óptica particular del beneficio privado. De este modo los problemas se agravan tendencialmente en lugar de arreglarse, pero en el proceso dejan ganancias sustanciosas en algunos bolsillos privilegiados.
Así sucede en particular con la educación, un territorio en el que muchos celebraríamos con alborozo la marcha del ministro José Ignacio Wert, de no ser por el marrón mayúsculo que nos ha legado antes de hacer ¡por fin! las maletas.
Tomo como base de mi argumentación dos estadísticas y una declaración oficial, todo ello tomado de las páginas nada sospechosas de nuestro “caro diario” global.
Primera estadística. “Situación de los becarios en la UE” (El País 29/5). En España el 67% de las personas tituladas han realizado prácticas en empresas como becari@s al concluir sus estudios (Eslovenia, 68%, es el único país que nos supera en ese concepto). Sin embargo, solo el 29% recibió una remuneración económica estimada como suficiente para cubrir sus necesidades básicas (a la cola absoluta de la UE). Nada menos que el 21% (también en la cola de la UE, son notablemente mejores los porcentajes de Grecia, de Portugal, de Irlanda, de Polonia) nunca contó con una persona que monitorizase su trabajo. Pura y sencillamente ejercieron de currantes, de fuerza abstracta de trabajo nada o poco remunerada en beneficio exclusivo del empleador.
Segunda estadística. Nos la ofrece Milagros Pérez Oliva bajo el titular  20 millones de jóvenes fuera del radar laboral” (EP 1/6). Se trata de los jóvenes entre los 16 y 29 años que carecen de habilidades en el uso de ordenadores para tareas laborales. Son casi el 50%, dice Milagros, en España, el penúltimo lugar entre los países de la OCDE, solo por delante de Italia. Y aporta este otro dato: «Solo el 40% de los titulados universitarios que trabajan lo hacen en empleos acordes con sus estudios.» Conclusión: «En realidad de lo que nos hablan estas estadísticas es de nuestra ceguera colectiva. Porque, como dice Alain Touraine, ¿qué esperanza en el futuro demuestra una sociedad que excluye por completo a una parte tan importante de quienes tienen que construir ese futuro?»
Ceguera colectiva, sí. Pero también puede personalizarse un poco, esa ceguera. Un ejemplo ilustre lo ofrece el ministro de Economía español, Luis de Guindos, en su intervención en la XXXI Reunión del Círculo de Economía en Sitges. He aquí el titular en la prensa: «El mayor riesgo es revertir las reformas.»
¿Riesgo para quién, señor ministro?
La economía neoliberal practica una torsión deliberada de lo que es humano (la vida, el trabajo), para someterlo a la lógica deshumanizadora del enriquecimiento privado. Se trata de una operación tóxica, que coloca a las personas ante un reto diario insoslayable para su supervivencia física; un reto que, si no logran solucionarlo de forma satisfactoria (y son millones los que no lo logran), repercute en una degradación todavía mayor de sus expectativas y en la pérdida irremisible de su autoestima.
Karl Marx expresaba en 1844 esa subversión lógica, esa agresión premeditada a la naturaleza humana por parte del capital, de la forma siguiente: «El trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre solo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida… La actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma aparece solo como medio de vida.» (Manuscritos, Alianza Editorial 1968. Trad., Francisco Rubio Llorente. Los subrayados son del propio Marx.)