miércoles, 17 de junio de 2015

TRAYECTORIA DE COLISIÓN


Después de partir en dos el país, Artur Mas ha roto también su gobierno y la coalición que lo sostiene, ha firmado la defunción de CiU y piensa concurrir a unas elecciones perdidas de antemano revestido de una lista propia, la “llista del president”, formada por sus incondicionales y por personalidades independientes de un prestigio incuestionable, pero cuyos nombres aún nadie conoce.
Eso ocurrirá a finales de septiembre, y estamos a mediados de junio. Enseguida va a llegar la dispersión del verano. Mas cuenta para un despegue instantáneo en la rentrée con el efecto microondas de una gran manifestación patriótica el 11 de Septiembre. Pero es más que dudoso que un acto de masas festivo en la Avenida Meridiana de Barcelona tenga la capacidad de arrastre para llenar las urnas de votos soberanistas y conseguir una mayoría (¡incluso “pírrica”!) de la que hasta la fecha no ha habido noticia.
En cualquier caso, no habrá más intentos: Mas ha declarado que si el “plebiscito” se salda con un fracaso, él se retirará de la política. Es una buena noticia, pero sería aún mejor si anunciara su retirada ya desde ahora mismo. Una recomposición de lugar a partir de la correlación real de las fuerzas en presencia evitaría una frustración histórica a un país y unas gentes que no la merecen.
Tal como están las cosas, el 27S se delinea como el acto final de una fuga hacia delante absurda, en varias etapas. Recuerda en cierto modo al general Custer dirigiendo la carga del Séptimo de Caballería contra el pueblo sioux acampado junto al Little Big Horn, a Alonso Quijano embistiendo contra los molinos de viento, y más aún a la escena final de Thelma y Louise. Hay algo de locura iluminada en ese choque frontal contra el lienzo más grueso y más alto de la muralla, en el momento mismo en que en otros puntos de la misma se están abriendo portillos, creándose complicidades, apuntándose soluciones de urgencia y vías de avance.
Soluciones y avances que, claro está, a Artur Mas no le interesan. Él prefiere combatir a una España monolítica desde una Cataluña también monolítica. Por más que el monolitismo esté desmentido en los dos casos por los datos fácticos y las realidades visibles. Ha trazado una hoja de ruta inamovible, y la ha trazado de modo que entre en trayectoria de colisión. ¿De colisión con qué? Con todo. Después de las elecciones plebiscitarias, que solo podrían ganarse por una mayoría mucho más exigua que la exigida por ejemplo en los referéndums de Escocia y de Quebec, vendría la DUI, la declaración unilateral de independencia, y después, de no producirse interferencias desagradables, se iniciarían las negociaciones y pourparlers con el gobierno de España, que ya se sabe lo que va a decir; con la Unión Europea, que también; con la ONU, que no dirá nada; con la OTAN, con el Banco Mundial, y con cualquier país de buena voluntad que acceda a escuchar a los embajadores del nuevo Estado autoproclamado.
Al final de una noche tan larga como hipotética de frenesí, la única realidad palpable sería la que suele aparecer en tales casos: los pies fríos y la cabeza caliente.
Al parecer algunos empresarios catalanes se han dirigido a Mariano Rajoy para pedirle que adelante las elecciones generales y frustrar así el plebiscito catalán. No sé quién ha ideado esa gestión, ni qué se pensaba que ocurriría. Rajoy, que tiene sus propias preocupaciones, se ha negado a la maniobra con un argumento sentencioso: «Las elecciones se hacen cuando toca.» Hay un eco irónico del ex honorable Jordi Pujol en la expresión: ara toca, ara no toca.
Pero al margen de ese grupo de empresarios naïfs, el país no parece particularmente abrumado por la fatalidad de un destino megalómano. Para el verano se desprogramarán algunos desahucios anunciados, se repartirán en las colonias de vacaciones miles de comidas a escolares de familias en precario, y se celebrarán con mayor o menor lucimiento las fiestas mayores en las poblaciones de la costa y del interior, presididas por sus munícipes recién estrenados. Después la Diada será un éxito, como todos los años. Y el día 27 de septiembre, la gente acudirá a votar.
Con normalidad.