El presidente del partido
apostólico ha lamentado en un tuit que muchos de sus correligionarios se hayan
visto apartados de las tareas de gobierno de municipios importantes (luego vendrá
el turno de las autonomías) debido a «pactos excéntricos y sectarios», y ha
prometido seguir trabajando «desde la centralidad». No son declaraciones retóricas
(bueno, no del todo); hay una idea de fondo detrás de ellas.
Para empezar, es
importante lo que no se dice: ninguna referencia a las causas del retroceso del
PP en todos los frentes, y en particular a la más visible de todas, el lodazal
de corrupción en el que se han convertido sin casi excepción las
administraciones del PP en todos los niveles. Mariano
Rajoy es partidario de un silencio atronador en ese tema. Estima que lo
que no se dice no tiene carta de naturaleza, y lo que no tiene carta de naturaleza
no existe. Si él no habla de ella y no escucha lo que otros dicen sobre ella,
la corrupción como elemento sustantivo de la vida política tiende a desaparecer.
Mariano se sitúa en las antípodas de la autocrítica: a lo más que ha llegado,
muy presionado por la prensa, es a admitir la existencia de «alguna cosa».
Alguna cosa
insignificante, por supuesto. Nada en comparación con unos pactos excéntricos y
sectarios, que él se dispone a combatir desde la centralidad.
¿Quién es el
destinatario del mensaje? Desde luego, no la ciudadanía. Otra de las características
principales de Mariano es la falta de comunicación con la “gente”, en la
acepción más común de esta palabra. Es un defecto que se le ha reprochado, y él
ha prometido enmendarse, pero lo ha dicho mirando al tendido, pensando en otra
cosa. Está convencido de la existencia inmutable de una mayoría natural, que no
solo es silenciosa, sino que tampoco necesita explicaciones. Esa mayoría sabe
lo que hay que votar en cada ocasión por comunión espiritual con el derecho
natural, y en su defecto o extravío, por el prudente asesoramiento del
confesor. La televisión y el twitter son mandangas.
¿A quién se dirige
entonces el tuit de Mariano? Obviamente a la clase política; y de ella, de
forma específica al primer partido de la oposición; y dentro del primer partido
de la oposición, a aquellas instancias de poder tradicional proclives a una
contrarreforma capaz de detener la deriva que están tomando los negocios de la
política patria. De tener que señalar una persona concreta como destinatario específico
del tuit de Rajoy, yo diría que se trata de Felipe
González, y que el fondo del mensaje es más o menos el siguiente:
«Colega, ¿pero qué está haciendo ese chico tuyo? A ver si le dais un buen tirón
de orejas, antes de que la sangre llegue al río.»
Rajoy apela a lo de
siempre: habla de «centralidad», y eso significa en su lenguaje orden, constitución,
bipartidismo, statu quo. El pecado de los pactos es que son “excéntricos”, es
decir que funcionan contra el sistema establecido, contra las normas usuales de
gobernanza y de administración «como dios manda», lo cual no quiere decir ni
mucho menos una administración libre de corrupción, sino más bien colocada en
manos seguras, fiables y homologadas por los organismos internacionales
pertinentes.
Los pactos serían
buenos en una situación como la presente, insinúa Rajoy, siempre y cuando no fueran
«sectarios». Lo cual es fácilmente traducible como pactos protagonizados por el
PP y el PSOE, las fuerzas principales del establishment, las que han sostenido
el sistema desde el año 1978. Rajoy insinúa la posibilidad de reformas no de
gran calado (ahora mismo apunta a un recambio de gobierno), para apuntalar el
sistema desfalleciente.
Es posible que el
mensaje del presidente caiga en saco roto. En el PSOE ha habido un proceso de
remozamiento, la generación del 78 ha pasado a la reserva, el nuevo secretario
general Pedro Sánchez se ha fortalecido con el
paso de los días a partir de unos inicios dubitativos, y en el proceso post-elecciones se ha puesto a punto una panoplia diversa e interesante de
compromisos y aperturas hacia otras fuerzas, hacia fuerzas «excéntricas» en el
lenguaje mariánico. Conviene a todos profundizar en esas experiencias y renovar
y extender pactos «sectarios» no exactamente contra el Partido Popular ni
contra la derecha, sino contra el inmovilismo absoluto en el que se ha estancado
la vida política y que, como ocurre con las aguas pantanosas, ha sido el caldo
de cultivo de toda clase de miasmas nocivos y organismos parasitarios.