jueves, 25 de junio de 2015

NI CONTIGO NI SIN TI


Estoy de nuevo en Grecia. En el momento de despegar el avión existían, según los arúspices, grandes posibilidades de acuerdo en el Eurogrupo, y las bolsas europeas subían como la espuma. Consumado el descenso a tierra, las cosas siguen tan mal como estaban o peor, y las cotizaciones retroceden. El ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble ha dicho entre medias que la última propuesta griega es un paso atrás, y que ahora es más difícil que nunca el preceptivo visto bueno de la Unión Europea.
He tanteado los ánimos de mi familia griega, y noto que no ha aumentado tanto la indignación como el fatalismo. Las cosas tomarán un rumbo u otro, dicen, pero no depende ya de Tsipras ni de Varoufakis, y además quedarse o salirse del euro no será tan diferente. Dentro o fuera las normas son las mismas, los bancos se comportan de forma parecida, las autoridades monetarias imponen la misma austeridad a los pobres y toleran el mismo desenfreno de los ricos. El Grexit no ayudará a conjurar el Brexit, argumentan; más bien al contrario, los euroescépticos crecerán en todas partes. Y nadie, a excepción de los jefes del Bundesbank, va a entender las razones arcanas del cabreo moruno del ciudadano Schäuble, que truena como si fuera el mismísimo Jehová en la cumbre del Sinaí.
Lo que le ocurre a Grecia ya le pasó a Edipo. Mató a su padre y se folló a su madre, vaya, eso no está ni medio bien, pero es que no sabía quiénes eran, nadie se lo había dicho. Le jugaron entre todos una mala pasada al ocultarle información sensible. Eso también habría que tenerlo en cuenta ¿no? Pues no, las Furias se le echaron encima como lobas, dispuestas a descuartizarlo y esparcir sus restos por el monte. Y eso que él se había sacado los ojos, decidido a no ver por más tiempo el mundo horroroso en el que vivía.
Pero ni así apaciguó a las Furias. Las Furias, es decir: Lagarde, Schäuble, Draghi, Dijsselbloem, De Guindos. Pueden ir añadiendo nombres, por ejemplo el de Luis María Linde, gobernador del Banco de España, que se sale ahora con la petenera de la quiebra inevitable del sistema de pensiones y alerta al pobrerío en general de que cotizar en la seguridad social no va a salvar a nadie de la quema.
«¡Los pobres sois culpables, aunque no sepáis por qué!», claman los ricos poseídos por las Furias. «¡Vaya cara, ir a pedir a los ricos que os saquen las castañas del fuego! ¡Espabilad! ¡Los ricos tienen otros problemas!»
En resumidas cuentas, lo que ocurra el próximo 30 de junio no va a tener tanta trascendencia. Si Grecia sale del club del euro, será la catástrofe, la devaluación, la caída en el abismo de la miseria social. Pero si se aceptan las condiciones de Schäuble, el resultado será el mismo, por otras vías.
Y lo que vale para Grecia, vale para el resto de la cofradía, y desde luego también para España. Los jerarcas del FMI nos lo han recordado con escasa amabilidad hace pocos meses. El gobernador señor Linde ha vuelto a decirlo hace nada, con modales que van desde la impertinencia hasta el humor negro tan viral en las polémicas de las redes sociales, en los tiempos que corren.
Si esto sigue así, habrá que colgar en el frontispicio de la Unión Europea un cartel con aquel verso del Dante: «Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.»