lunes, 21 de septiembre de 2015

CRÓNICA DE UNA MUERTE DESMENTIDA


Mark Twain hizo uso en cierta ocasión de su derecho de réplica, en una carta al director de un periódico de amplia circulación, para puntualizar de forma sobria y educada: «Estoy en condiciones de asegurarle que la noticia de mi fallecimiento, adelantada ayer por su publicación, es notablemente exagerada.»
Algo parecido le ha ocurrido a Alexis Tsipras. Fue dado por muerto después del tremendo zasca recibido por los barandas de la cosa global el 12 de julio pasado. Se tragó el sapo. Quien defienda que en política no se deben tragar sapos bajo ningún concepto, es que nunca ha estado en política.
«A éste nos lo vamos a cepillar», anunciaron los Juncker y los Schäuble y los Schulz, aquella noche. El mismo anuncio proclamado por Alfonso Guerra cuando se presentó a las Cortes el Estatut de Catalunya promovido por Pasqual Maragall. Se lo cepilló, en efecto. Hoy los socialistas están donde están en Catalunya, y Catalunya misma está también donde está.
Tsipras ha renovado su liderazgo con holgura. Apenas algún rasguño, después de la batalla. Ha perdido cuatro escaños, pero no los ha ganado su oposición interna, la que lo acusó de traición al pueblo. Quienes han subido, no mucho, pero sí algo, han sido los nazis de Amanecer Dorado. Es algo que les sucede a los barandas con cierta frecuencia: quieren organizar a su gusto el circo y les crecen los enanos. Derrocan al Sha y aparece Jomeini; ejecutan a Saddam Husayn y aparece Osama bin Laden. Asesinan a Osama y ahí está Estado Islámico. La geopolítica tiene sus equilibrios misteriosos, y en este mundo nadie es todopoderoso. Por lo menos, no “tan” todopoderoso.
El pueblo griego ha dado su veredicto sobre el modo como desea ser gobernado, y sobre quién desea que lo haga. Está por ver si toman nota del recado los barandillas de la cosa, o si siguen confundiendo sus propios deseos inconfesables con la voluntad de la mayoría. Nos jugamos muchas cosas en ese envite, y las próximas jornadas electorales en Cataluña, en Portugal y en España van a ser, no decisivas, ojo, pero sí significativas.
Me dolió constatar la soledad de Tsipras en una campaña electoral hecha a contrapelo, contra el desánimo popular de un lado, contra unos medios de comunicación abiertamente agoreros, por otro, y contra un entorno internacional tan frío como un iceberg de los tiempos de antes del calentamiento global. Muchas cosas se pueden decir de Pablo Iglesias, pero él estuvo allí, en plaza Syntagma, dando ánimos a su amigo Alexis.
A otros no los vi.