viernes, 11 de septiembre de 2015

NADA MÁS EXTRAÑO QUE LA PROPIA PATRIA


La frase no es mía, a mí jamás se me habría ocurrido. Es de Juan José Millás; cierra con ella, entre paréntesis, su columna de hoy en El País. La columna se titula “Neuralgias”.
Justamente hoy, Diada nacional de Catalunya, yo me sentía de humor para sondear el poso de verdad depositado en el fondo de la frase. En mis momentos de euforia, suelo explicar a quien quiere escucharme que yo me siento tan catalán como español. En los momentos malos, me precipito a corregir la afirmación anterior: «Oiga usted, ni una cosa ni la otra.» Esta mañana, en el trance de leer la prensa, me encontraba en uno de mis momentos peores.
El sentimiento de pertenencia es engañoso. Una patria no es una identidad, sino un conglomerado de identidades distintas; no es una historia, sino muchas historias contradictorias y superpuestas; no es un ideal común, sino la resultante provisional de muchos ideales diferenciados, algunos de los cuales hegemonizan a costa de otros el sentido y la dirección del esfuerzo común. No hay unanimismo en la pertenencia, sino conflicto mejor o peor resuelto.
El sentido de la medida y de la proporción se pierde en el momento en el que se niegan las contradicciones, se diluyen las diferencias y se fabrica una historia ad hoc, congruente con las expectativas y los valores del grupo ideológicamente dominante. Una “historia” que, al modo del Gran Hermano de Orwell, necesita enmendarse y reconstruirse cada cierto tiempo, pero bajo la ficción de que sigue siendo siempre rectilínea e idéntica a sí misma.
Tanto vale lo dicho para Cataluña como para España.
En conclusión, tengo el privilegio de presentar a ustedes el teorema de Calero. Juan de Dios Calero fue un eminente pensador de parapandesa natio, talabartero de profesión, poeta a ratos perdidos. Expuso su célebre teorema en el curso de una animada tertulia, en presencia de don Federico Engels, que había ido a tomar las aguas al balneario de Parapanda en parte por prescripción médica y en otra parte para evitar la cólera de Jenny, la esposa de Carlos Marx, indignada con la proclividad de su marido a firmar ciertas proezas no del todo literarias al alimón con don Federico (1).
Esta es la formulación exacta del llamado teorema de Calero: «Todo cuerpo sumergido en el pantano nacional está condenado a ser  el refugio de guildas y germanías, de conventículos y sinedrios.» Según dejó reseñado en sus memorias un testigo presencial, Calero finalizó su teorema con un «ea» con fonética santaferina, es decir, alargando mucho la “e”.  
 
(1) Para mayor información sobre Calero, Engels, Jenny von Westphalen y otros personajes relacionados con la ilustre villa de Parapanda, el lector curioso tendrá la bondad de acudir al riguroso estudio histórico Parapanda insurgente, en http://ferisla.blogspot.com.es/2015/03/capitulo-primero.html