La frase no es mía,
a mí jamás se me habría ocurrido. Es de Juan José
Millás; cierra con ella, entre paréntesis, su columna de hoy en El País.
La columna se titula “Neuralgias”.
Justamente hoy,
Diada nacional de Catalunya, yo me sentía de humor para sondear el poso de
verdad depositado en el fondo de la frase. En mis momentos de euforia, suelo
explicar a quien quiere escucharme que yo me siento tan catalán como español.
En los momentos malos, me precipito a corregir la afirmación anterior: «Oiga
usted, ni una cosa ni la otra.» Esta mañana, en el trance de leer la prensa, me
encontraba en uno de mis momentos peores.
El sentimiento de
pertenencia es engañoso. Una patria no es una identidad, sino un conglomerado
de identidades distintas; no es una historia, sino muchas historias
contradictorias y superpuestas; no es un ideal común, sino la resultante
provisional de muchos ideales diferenciados, algunos de los cuales hegemonizan a
costa de otros el sentido y la dirección del esfuerzo común. No hay unanimismo
en la pertenencia, sino conflicto mejor o peor resuelto.
El sentido de la
medida y de la proporción se pierde en el momento en el que se niegan las
contradicciones, se diluyen las diferencias y se fabrica una historia ad hoc, congruente con las expectativas
y los valores del grupo ideológicamente dominante. Una “historia” que, al modo
del Gran Hermano de Orwell, necesita enmendarse y reconstruirse cada cierto
tiempo, pero bajo la ficción de que sigue siendo siempre rectilínea e idéntica
a sí misma.
Tanto vale lo dicho
para Cataluña como para España.
En conclusión,
tengo el privilegio de presentar a ustedes el teorema de Calero. Juan de Dios Calero fue un eminente pensador de
parapandesa natio, talabartero de
profesión, poeta a ratos perdidos. Expuso su célebre teorema en el curso de una
animada tertulia, en presencia de don Federico Engels,
que había ido a tomar las aguas al balneario de Parapanda en parte por
prescripción médica y en otra parte para evitar la cólera de Jenny, la esposa de Carlos
Marx, indignada con la proclividad de su marido a firmar ciertas proezas
no del todo literarias al alimón con don Federico (1).
Esta es la
formulación exacta del llamado teorema de Calero: «Todo cuerpo sumergido en el pantano nacional está
condenado a ser el refugio de guildas y germanías, de conventículos y
sinedrios.» Según dejó reseñado en
sus memorias un testigo presencial, Calero finalizó su teorema con un «ea» con fonética santaferina, es decir,
alargando mucho la “e”.
(1) Para mayor información sobre
Calero, Engels, Jenny von Westphalen y otros personajes relacionados con la
ilustre villa de Parapanda, el lector curioso tendrá la bondad de acudir al
riguroso estudio histórico Parapanda
insurgente, en http://ferisla.blogspot.com.es/2015/03/capitulo-primero.html