De nuevo se está
produciendo una avalancha de compasión hacia los refugiados, favorecida por
mecanismos mediáticos: imágenes patéticas, grabaciones que nos aproximan a lo
indescriptible. Se acusa de insensibilidad a las autoridades y a las instituciones,
y se establece una contraposición fácil, frente a ellas, en la que se resalta el
corazón generoso de la gente sencilla, de la buena gente. El papa Francisco propone,
desde la lógica impecable de la caridad cristiana, que cada parroquia se haga
cargo de una familia al menos de refugiados.
Todo eso es muy
loable. En la bolsa de valores la compasión cotiza en este momento al alza,
pero conviene no olvidar que los valores de todo tipo son por naturaleza
inestables. Es necesario desconfiar de ellos, y exigir que se regule jurídicamente
la situación y la condición de las familias de refugiados en los países de
acogida: una regulación europea, ya que europeo ha sido el impulso, en la que estén
especificados con claridad los derechos mínimos de los recién llegados, las
obligaciones mínimas para con ellos de quienes les reciben, y el abanico de
sanciones previstas para los incumplimientos, en función de su mayor o menor
gravedad.
Nadie debe llamarse
a engaño, detrás de la pantalla lacrimosa de la compasión aparecen con
frecuencia los abusos. No vivimos en una sociedad ideal, la “buena gente” se
encanalla de un día para otro. La fragilidad de los inermes incita a desaprensivos
de ocasión a aprovecharse de ellos. El “buenismo” consistiría en este caso en
descuidar la vigilancia siempre alerta que merece el respeto a la dignidad de
todas las personas y pensar, contra toda la experiencia anterior de estas
situaciones, que un impulso surgido directamente del corazón nunca podrá
desviarse hacia los territorios del cálculo y de la codicia.
La compasión cotiza
al alza en este momento, pero el ingenio para traficar con todo, compasión incluida,
representa para muchos un incentivo añadido que les lleva a procurar mejorar su
cifra de negocios. No es descartable que las “mafias”, nombre genérico que
encubre mil personajes y grupos sociales atentos sobre todo a su propio
provecho, las “mafias” sean las primeras en ponerse a la cola de la oferta de
acogida.