Mi profundo respeto
a todos los que creen en la independencia como la solución a los males de
Catalunya. Mi profundo desprecio a quienes encabezan esa odisea azarosa desde
la despreocupación y la irresponsabilidad. Se escamotean los datos, se tergiversan
las cifras, se retuerce el sentido de las leyes, se airean medias verdades y se
utilizan los argumentos más peregrinos para disparar contra todo lo que se
mueve alrededor del campo específicamente independentista.
Importa muy poco
cómo va a ser la Catalunya futura, siempre y cuando sea independiente. Como si
la independencia fuera garantía de convivencia, de prosperidad y de buen
gobierno. Pero si empezamos por arruinar la convivencia, comprometer la
prosperidad y respaldar la trayectoria de un gobierno manifiestamente corrupto,
¿qué clase de Catalunya independiente nos vamos a encontrar al final del
trayecto?
Hace unos días,
Raül Romeva, el cabeza de la lista independentista, fue entrevistado para la
BBC. El entrevistador le preguntó por la sombra de corrupción que gravita sobre
los valedores principales del proyecto soberanista. Romeva debió de tener un
momento de obnubilación y pensar que estaba hablando (en correcto inglés) para TV3, en lugar de para la
BBC. Respondió que hay más corrupción en España que en Catalunya, y que
precisamente con la independencia los catalanes esperábamos librarnos de la
corrupción española.
No es cuestión de
más o de menos, vino a responder el periodista inglés. Con la independencia podrán
librarse ustedes de la corrupción ajena, pero no de la propia.
Muy cierto. La
primera medida de una hipotética asamblea constituyente del flamante nuevo estado
propio independiente sería decretar una amnistía para los delitos económicos de
la etapa anterior. Borrón y cuenta nueva. Las deudas con el Estado español, las
transferencias, los gastos previsibles de defensa y de cooperación
internacional, la situación respecto de la Unión Europea, se abordarían con la
misma alegría desbordante. Tabla rasa con todo. Sería estupendo ver el talante
de nuestros prohombres y nuestras promujeres en las espinosas negociaciones a
que darían lugar todos esos ajetreos.
Pero de las enseñanzas
derivadas de nuestros dos grandes educadores, la literatura de masas y el cine,
se deduce que viene a ser aproximadamente inútil para un ex convicto intentar
empezar desde cero una nueva vida, porque las sombras más oscuras del pasado
acuden puntuales a la cita para asediarlo con la certeza de que no hay plazo
que no se cumpla ni deuda que no se pague.
Horacio lo expresó
de otra manera: quienes surcan la mar cambian de cielo, pero no de alma. Esa
alma roñosa por las viejas cuentas pendientes es la que timonea la nave que se
dispone a partir rumbo a Ítaca.